jueves, 21 de agosto de 2014

Minas de Henarejos: una cita con la historia que acabó en cita con la épica

http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=7566857

Una de las cosas que, personalmente, más me engancha a la MTB, es la de hacer deporte al aire libre y todo lo que éste te puede ofrecer; ya sean hermosos parajes en la naturaleza o enclaves de interés cultural o histórico. A continuación, y ya que esto se apellida "Salidas con BTT por los alrededores de Cuenca y Valencia", voy a relataros la rutilla que me marqué el 16 de Agosto entre los términos de Víllora, Boniches, Henarejos, Narboneta y Enguídanos, todos ellos pertenecientes a la Serranía Baja de Cuenca. El itinerario pretendía rizar el rizo, y satisfacer curiosidades paisajísticas e históricas.


El gusanillo me había picado unos días atrás, cuando por casualidad y maravillas de Internet, cayó en mis manos un extenso artículo que relataba los avatares de unas minas de carbón situadas en el término municipal de Henarejos, una población situada a unos 30 km. del pueblo natal de mis padres, Cardenete. En el artículo, publicado en 2010, aparecían un montón de fotos, tanto de las casas del poblado minero que se creó, como del trinquete, el bar, las bocaminas, etc. Las minas habían sido ya explotadas en el siglo XIX con desigual éxito, pero fue en la segunda década del siglo XX cuando la producción se estabilizó, fomentada en un principio por las fundiciones del armamento que se vendía a los alemanes. Estuvieron activas hasta 1866 y en 1955 llegaron a tener más de 300 habitantes.



¿Cómo había sido posible que nunca hubiera sabido de aquella historia? La ruta, pues, debía incluir imperiosamente una visita a aquellas minas, para hacerme una idea de cómo tuvo que ser la vida allí.



Por otro lado, llevaba tiempo trasteando en wikiloc para ver si alguien había hecho el recorrido entre Víllora y San Martín de Boniches por los caminos que aprovechan el valle que forma el río San Martín (sí, soy un friki de los mapas, jeje). Mirando el Google Earth y el Base Camp, no parecía demasiado complicado... y sin embargo, no había ninguna ruta colgada. Ni en bici ni a pie ¡Qué extraño!



Así las cosas, llegué a la conclusión que tenía que diseñar una ruta que me llevara desde Víllora a San Martín de Boniches siguiendo el río. Desde allí, por pistas, llegar a Henarejos (otra espinita clavada, ya que, servidor, nunca había estado). De Henarejos a las minas, y de allí, de vuelta a Víllora.



Lo de seguir el curso del río no era tan sencillo como yo lo había imaginado, claro. A veces el río se mete entre gargantas de piedra arenisca por donde no hay caminos ni hostias, así que hube de tirar de Base Camp con cierta incertidumbre, pues, por muy actualizado que tengas el TopoEspaña -ya me ha pasado en alguna ocasión-, siempre existen incoherencias entre los mapas y la geografía real. De San Martín de Boniches al Valle de las Minas, pasando por Henarejos, sí conseguí tracks de wikiloc, así como de las minas a la carretera de Narboneta. Desde las minas, es verdad, podía haber vuelto a trazar un recorrido (ayundándome, otra vez, del Base Camp) de vuelta a Víllora, sin pisar un metro de asfalto, pero pensé que, después de unos 60 km. de pistas y caminos, casi echaría de menos el alquitranado elemento. Conforme se desarrollarían los acontecimientos después, esta decisión fue todo un acierto.




Bueno, basta de chapas sobre mapas: al lío. Monté la bici en la baca del coche, aparqué en Víllora y a las 10:30 estaba dando pedales. Estaba muy contento porque, a la etapa, que se presumía dura, le acompañaba una temperatura ideal: 20 graditos con una suave brisa. Con el maillot de verano, casi fresco de más. No me costó mucho encontrar la pista por la que inicié el itinerario, situada en la parte noreste del pueblo, con un firme excelente, aunque sin ninguna indicación. Después de algo más de km. y medio en ligera subida para calentar, bajadón de 500 metros para, en el primer cruce, tomarlo a la izquierda. No sé si era porque la bici no era mía, o porque unos problemas mecánicos del día anterior me habían hecho consciente de que entraba casi en el apartado de temeridad hacer ese pedazo de ruta solo; por lo que fuera, digo, pero no acababa de bajar seguro, dominando completamente la burra. Desde aquí os emplazo a que hagáis este tipo de trazados siempre acompañados. No saco pecho por haber realizado este recorrido en solitario, ni muchísimo menos. Cabeza, amig@s, que si para algo sirven estos relatos es para que no cometáis los mismos errores.


Tras el cruce se alcanzaba una veguilla que forma el río, con algunos campos de labranza a un lado y otro del río. Sin embargo, éste enseguida se escondería tras unas rocas. Tocaba volver a subir -no llegaría a los 2 kilómetros- para, en km. 5 de nuestro recorrido toparme con una puerta metálica que rezaba "Finca Dehesas Royo Palomarejo. Prohibido el paso". Bueno, ya tenía respuesta a la primera incógnita. Al parecer, eso lo he sabido después, un famoso matador de toros compró esa extensa finca al norte de la población de Víllora ¿Se acabó el sueño de alcanzar San Martín de Boniches por caminos desde Víllora? Bueno, era mucha la ilusión que había puesto en la ruta, así que no iba a desertar a las primeras de cambio. Siempre podía decir que no había visto el cartel (aunque ése no era muy buen argumento: era un pedazo de cartelaco) o que, en cualquier caso, servidor, paseando con la bici por su finca, tenía mucho menos peligro que el propietario en una plaza de toros (ese era mejor argumento, aunque no sé cuanta gracia le haría). Al poco de adentrarme en la propiedad privada, había una bajada imposible, con un 20 % de desnivel y todo piedra suelta. Traté de dominar la burra sólo con el freno trasero mientras echaba el culo atrás, pero el desnivel hacía que éste no fuera suficiente para amarrarla. Cuando toqué el de delante: zas! Hostión!. Después de maldecir sobre matadores de toros y propiedades privadas (como si unos u otras tuvieran la culpa de mi poca destreza en la bici), me incorporé y me cercioré de que no había daños en la burra. En mi cuerpecico, aparentemente, tampoco muy graves: rasguños y un dolor en la mano izquierda. En las costillas también me había dado un buen golpe, pero no parecía grave.


Alcancé, de nuevo, otra vega con campos de labranza, dejando a mi derecha, en lo alto de una loma, una gran nave y, después de aclararme con el GPS, seguí río arriba. La vega del río se fue desvaneciendo porque el valle se angostaba, y varias veces tuve que vadear el río. Imposible no acordarse en esas situaciones del Aba. Al poco, la ligera cuesta se fue transformando en un señor cuestón, un puertecete de 7 kilómetros que me situaría, en el km. 17, rozando los 1200 msnm. y con unas vistas al valle que forma el río guapísimas.

Como en muchos otros puntos de la Serranía de Cuenca, las piedras, normalmente calizas, areniscas o yesos, han acabado formando, con el paso del tiempo y la erosión, formas muy chulas. Lamentablemente, soy, todavía, peor fotógrafo que ciclista, y las fotos no hacen justicia. Unos kilómetros antes de coronar, en el 14,8, decidí tomar el camino de la izquierda en lugar de la pista, que bajaba con un piso mucho mejor a la derecha. La verdad es que fue un error motivado, seguramente, porque el dolor en las costillas empezaba a ser ya un verdadero calvario, en especial, cuando la bici cogía velocidad. Por pista se harán algún centenar de metros más, un kilómetro, todo lo más, pero merece del todo la pena. Al final, por evitar los baches de la bajada de la pista, acabé rodando por un pedregal que me dejó más machacao que Ángel Cristo. Finalmente, bajé otra vez al nivel del río, y en apenas un par de kms. estaba en San Martín. El primer objetivo de la ruta estaba conseguido, aunque estuviera magullado y dolorido.



En San Martín comí un poco de fruta y me dirigí a Henarejos. Primero tomaría la CUV-5014, una carretera solitaria. Tres kilómetros para, en una curva pronunciada a izquierdas, tomar la pista a la derecha, dirección a los parques eólicos. Este trozo, primero en ligera subida y luego en ligera bajada, fue un tanto aburrido, porque la pista es enorme y la vegetación escasa. En el km. 27 me desvié unos metros siguiendo las indicaciones de "La lagunilla". Nada: más seca que la mojama. En el 29,9 encontraría el desvío indicado a Henarejos a la izquierda: un caminete ya más pequeño y divertido (todo lo divertido que puede ser cuando te duele el pecho a rabiar, claro), en franca bajada, aprovechando el Barranco del Agua. Tres kilómetros después aparecía Henarejos, que enseguida se ve que tiene más entidad que San Martín.


Desde Henarejos hasta las minas tenía dos opciones: tomar la CUV-506 unos tres km. para luego coger un camino a la derecha
Henarejos
que parecía bastante bueno, o tomar un caminete que salía justo en dirección sur desde el pueblo. La segunda opción parecía más dura, pero por la tontuna aquella de evitar el asfalto en lo posible, la elegí. A fin de cuestas, salvo por los dolores varios, de fuerzas me notaba bien. O eso creía. No tengo claro si me volví a equivocar, jajaj. El camino tenía su atractivo al inicio. Te daba una panorámica de todo el pueblo desde el sur y, unos pocos metros más adelante, siempre subiendo, una estampa curiosa con campos de girasoles, un pequeño bosquecillo en unas lomas y, arriba los impresionantes molinos de viento para energía eólica, con su monótono zumbido. Tras coronar esa pequeña subida, se abriría un valle a nuestra izquierda. Todo muy chulo hasta aquí. El terreno era ahí de toboganes. Sin embargo, a partir del km. 45 el terreno ya se puso en franca bajada y, aunque seguramente influyó los dolores y un cierto temor (no quería pensar en qué pasaría si, justamente ahí, en medio de la nada, me metía otro hostión), la bajada por ese camino me pareció bastante mala: mucha piedra y mucho desnivel. Ocurrió, además, que me equivoqué en un devío; así que, volver a subir 800 metros, con un calor sofacante ya (el fresco de la mañana era ya historia), la concentración al máximo para rodar por donde no derrapara la rueda, después justo de haber comido, me pareció un castigo durísimo. Primer aviso de que iba a entrar en reserva.


Afortunadamente, bajé sin más incidentes y en el km. 49,7 había alcanzado las minas. La cosa empezaba bien, con un cartel explicativo que me confirmaba una de las cosas que empecé a sospechar cuando supe de la existencia de las minas: porqué la estación de Enguídanos, situada a tantos quilómetros del pueblo que no ofrecía un servicio al mismo, permaneció abierta tanto tiempo.

También pude ver las casas, o lo que queda de ellas, del barrio alto. Pero, tristemente, poco más, porque una empresa lleva tres años aprovechando los escoriales y explotando a cielo abierto las antiguas minas. El arroyo ha sido modificado, se ha creado una balsa con el agua de éste -supongo que para lavar los metales-, se han desecho montañas enteras y se ha sepultado otras con productos de los materiales de deshecho. Lo único que pude encontrar es una bocamina antigua: la Bocamina de los Belgas. Una pena. Mi cita con la historia no pudo ser tal.



Casas del Barrio Alto 
Media montaña fuera y modificación del arroyo en balsa

Bocamina de los Belgas, de lo poquito que
 encontré de las minas originales


Aguas ferruginosas que rezuma la balsa



El camino de las minas a la carretera de Narboneta todavía tiene su atractivo, cuando la acción de las excavadoras desaparece. Es un camino siempre ligeramente favorable y en el que me encontré una fuente de agua fresca perfecta para refrescarme antes de acometer la subida por carretera. Por él, volvería a entrar en la propiedad privada "Dehesas Royo Palomarejo". De hecho, divisé la gran nave que en su momento había dejado a la derecha, pero, en este caso, el acceso estaba cerrado. Dejo para otro día la opinión que me merece esta gente que le pone puertas al campo, privándonos a los demás de esparcimiento.

El tramo por carretera no tiene mucho de relatable, salvo que, a pesar de los 3,5 km. de subida inicial y lo reventao que estaba, fueron una bendición, por la ausencia de baches.

...


Así pues, la ruta no pudo cumplir el principal objetivo, que era empaparse, a través de los vestigios que allí hubiera, de cómo debió ser aquella aventura minera. Aquel capítulo de la historia de la Serranía de Cuenca habrá de estudiarse en los libros, porque con la ruta poco sacaremos en claro. Sin embargo, nos había quedado una rutaca de pura BTT de 70 km. con más de 1500 metros de desnivel acumulado; vadeando ríos, divisando valles y rocas de formas imposibles o invadiendo propiedades privadas... y volviendo, aunque ajado, de una sola pieza ¿Qué más se puede pedir?

3 comentarios:

  1. Para saber más sobre las originales minas:http://issuu.com/malacate/docs/hastial_1-4

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  2. Buenas ruta y bien redactada!!!!! Grande Trazas a la proxima no iras solo.

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  3. Muy entretenida tu ruta por Henarejos y alrededores.


    Saludos

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