miércoles, 6 de septiembre de 2023

Pättling - Mauthausen

Pättling. → Mauthausen 


19.08.2023  Ratisbona ( Alemania ) 

Finalmente, vuelvo a las largas rutas en bicicleta. Han pasado muchos años desde la última vez, diría que casi una década.

Llevaba 2-3 años teniéndolo como objetivo personal, pero una cosa u otra siempre lo posponía. Además, la bicicleta gravel que me enamoró no estaba disponible hasta que un día lo estuvo. Después de 3-4 días convenciéndome de que era una compra esencial en mi vida y tras una noche de fiesta de cumpleaños, a falta de 20 minutos para que mi reserva expirara, le di al "OK" a las 3:00 de la mañana y la bicicleta me llegó a mediados de julio.

Durante ese mes de julio y la primera quincena de agosto, me dediqué a probar la máquina y también a adentrarme en el mundo del bikepacking & gravel y el material básico para iniciarse.

En un principio, mi idea era ir a Praga, una ciudad que me ha resistido desde que estoy en Alemania. La ruta a Praga estaba planeada para coincidir con la visita de mi suegra, pero debido al retraso en la entrega de la bicicleta, la ruta se pospuso a agosto y con menos días de los estimados. Al final, solo tendría 2 días como máximo. Eso no permitía llegar a la capital checa, pero deseaba una ruta simbólica para mi debut en el mundo del bikepacking.

No recuerdo por qué se me ocurrió la idea de Mauthausen y el campo de concentración, pero al final me decidí por ese destino. Serían más de 200 km y tenía que encontrar otro origen que fuera más asequible y, diría yo, más seguro, ya que no tenía ni idea de cuántos kilómetros podría hacer. Hacía mucho tiempo que no montaba en bicicleta, y no estaba seguro de si estaba preparado, sin importar la altitud acumulada o las pistas utilizadas.

Era medianoche y por fin establecí el punto de inicio, Pättling,  pero mantuve el destino flexible, sin saber si quería o podría llegar a Mauthausen. 

Con el equipo preparado, fui a la cama y me levanté a las 6:00 del sábado para tomar el tren a las 7:00. 

No tiene mucho misterio cargar la bicicleta en un tren en Alemania; simplemente pagas, y no poco. Creo que funciona de manera similar o incluso mejor y más barato en España.

Era un poco antes de las 8:00 y ya estaba en ruta, siguiendo un recorrido diseñado por Komoot para bicicletas de tipo gravel. Comencé siguiendo el curso del río Izar, que se une con el Danubio en pocos kilómetros.

Pronto, la ruta me desvió por senderos estrechos y perfectos para una bicicleta gravel. Parecía que todo iba bien, pero un ruido en la bicicleta lo arruinó todo. No sabía de dónde venía, pero estaba empezando a ponerme nervioso. Me puse los auriculares y escuché un par de podcasts, pero no quería usar auriculares durante toda la ruta, y el ruido no desaparecía. Estaba a punto de dar la vuelta a Regensburg en Passau, ese molesto ruido estaba a punto de arruinar mi día y ruta!!! 

Antes de llegar a Passau, ajusté el sillín y la altura de la bicicleta, y el ruido desapareció. ¡Dios mío, qué alivio! Fue como un chute de energía, y finalmente pude disfrutar plenamente de la ruta y la bicicleta.

Y así lo hice, ¡fue una experiencia fantástica! Los kms  finales a Passau los disfruté mucho y mejor que cuando lo hice en bicicleta de carretera. La ciudad de Passau, con sus tres ríos (Ilz, Danubio y Inn), cada uno con colores diferentes, la hacen ser merecedoras de una visita.





Continué la ruta y descubrí que Passau hace frontera con Austria, y en solo 2-3 km estaba en la frontera. Comí a la hora alemana (12:00) un Wiener austriaco y quedé más que satisfecho.

Después de recuperar fuerzas, continué bajo un potente sol la mayor parte del tiempo, pero afortunadamente las montañas proporcionaban en muchos tramos sombra. 

La ruta mejoró notablemente una vez en Austria, con mejores pistas, señalización y paisajes junto al río que considero muy superiores a los que encontré en Alemania.


En esta zona, noté que el Danubio no era el río más apetecible para nadar, pero la economía que lo rodea y las oportunidades para actividades marítimas son invaluables.

Después de varios kilómetros siguiendo el río, físicamente bien y mentalmente fuerte, la ruta se desvió del curso del río y aquí es donde acumule la mayor parte los metros de altitud de la ruta.  Era un desnivel del 5-8%  por carreteras locales con poco tráfico, sin embargo un desvío a un camino más rural ya anticipaba algo que previa por el perfil previsto, pero que sorprendió y que picó de lo lindo con rampas de hasta el 14% y el sol apretando. Fue un esfuerzo, pero lo disfruté consciente de que estas subidas se disfrutan más en la bajada y se quedan como un sello de esfuerzo y superación en la memoria.

 
 




Después de esta subida, ya eran cerca de las 15:30 y aún no había fijado un lugar para dormir ni el final de la etapa. Opté por evitar rutas por caminos y seguí la ruta de gran recorrido R1 que me facilitaba un ritmo de crucero 20km/h hasta que encontré un camping cercano y pasé la noche allí después de disfrutar de una deliciosa y copiosa  cena italiana.


                                            

El camping muy bien, zona de acampada bien delimitada ,  buena súperficie que facilitaba montar la tienda, duchas disponible y cercanas … cumplió  perfectamente. 

En cuanto al equipo de bikepacking (tienda, colchoneta, saco de dormir), todo funcionó muy bien. Dormí como un tronco y montar y desmontar la tienda fue rápido.La colchoneta inflable resultó ser una sorpresa cómoda. 

Dormí perfectamente desde las 22:30 hasta las 6:00. Tenía 40 km por delante hasta Mauthausen, pasando por Linz y siguiendo principalmente la ruta R1 por el Danubio.

La ruta en este tramo tenía una calidad excepcional y un nivel de dificultad bajo, pero con parajes muy bonitos. Una vez en Linz, me sorprendió la industria de acero que se desarrolla después de Linz. Era impresionante y se extendía por varios kilómetros. Cabe reconocer que la ruta era cómoda, puesto que la había configurado para trekking en lugar de gravel.

Si hubiera tenido más días o compañía, me hubiera aventurado a rutas más desafiantes en medio de la naturaleza.


La llegada al campo de concentración no sería fácil. Había una subida corta pero intensa con rampas de hasta el 20%. Además, me equivoqué en un momento y subí la colina dos veces.

   

Aparqué la bicicleta sin quitar las bolsas de bikepacking y visité un museo muy interesante y completo, incluso más que el de Dachau. Pasé aproximadamente 2 horas allí, pero estos lugares tienen tanto que ver en videos y audios interesantes que podrías pasar un día completo.


  

 

 


 



A las 12:00 regresé a Linz para tomar el tren de regreso a Regensburg. Fue un viaje de contacto, una prueba de equipo y un regreso triunfal al mundo del turismo y el bikepacking. Además, pude ver la segunda parte de la final de fútbol femenino.

Lo más negativo fue el costo del tren y llevar la bicicleta.

Regensburg  → Pättling  ⇒ 17 € + 6 € bicicleta 

Linz  → Regensburg  ⇒ 66 € + 14 € bicicleta 

En cuanto al material bikepacking, estoy muy satisfecho con todo lo que compré, pero quiero destacar la calidad de Decathlon y Ortlieb. También Top-Peak se desempeñó muy bien, pero creo que Decathlon y la marca Ortlieb serán mis compañeros en futuras rutas.  

Para finalizar la vuelta y espectacular ruta,  una barbacoa no podia faltar!!! 


ruta wikiloc

    https://www.wikiloc.com/bikepacking-trails/tour-platling-mauthausen-147027693

ruta komoot




lunes, 23 de agosto de 2021

Challenge Col de la Croix

 Agosto  2021 


I´m Back!!!! Aquí estamos de nuevo escribiendo una nueva entrada en el blog, el cual es mantenido y actualizado por mi amigo Trazas, quién durante estos últimos años ha escrito diversas entradas sobre rutas de bikepacking o moutainbike con alforjas, las cuales brillan por su contenido en términos de información sobre las rutas como también la narrativa de estas es comparable y dignas del mejor reportero que cubra la información del deporte del ciclismo en ruta. 

Vuelvo a escribir una entrada en el blog por diversas razones, pero la principal es que durante mi última experiencia con la bicicleta, era tal el sufrimiento durante la ruta, que me decía a mi mismo la posibilidad de escribir una breve historieta para el blog y a la vez divertida para recordar dentro de unos años, como pasa cuando leo cualquiera entrada del blog; sea quién sea el que la escriba o realice. 

Tanto la dificultad técnica como la distancia recorrida no pueden ser comparados con las rutas que suele realizar Trazas, sin embargo espero que en las siguientes entradas, la calidad de ruta sea de un nivel parecido.  

El título de la ruta es: "Challenge Col de la Croix" y la hice sin planificación previa durante mis vacaciones en Suiza con la familia. 

Un familiar italiano de mi mujer, Alberto, estaba preparando un triatlón y estaba en modo deporte todos los días. Me comentó la posibilidad de hacer bicicleta de carretera y que había un challenge de Strava para subir un puerto clásico del Tour de Romandie y Tour de Suiza. No he podido verificar si ha sido coronado alguna vez por el Tour de France, o si ha sido parte de algún campeonato de mundo en ruta; pero nada más leer su nombre y el detalle en porcentaje de elevación, kilometraje, categoría e historia, ... Acepté sin dudar pero sin ser consciente de mi estado de forma.  



Distance: 8.03 km - Ascent: 579m - Average gradient: 7.2 %

Mi estado de forma no era el peor, pero para nada estaba en forma. Las últimas 3 semanas previas a ir Suiza no había hecho deporte alguno, y por eso tenía muchas dudas y respeto al reto. Propuse a Alberto posponerlo unos días con la excusa de una necesaria aclimatación a Suiza y más por testarme en unas rutas de trekking y correr algunos kilómetros que me proporcionaran la suficiente confianza para afrontar la subida de este puerto de segunda categoría. 

El inicio del challenge era desde el pueblo donde estábamos acomodados, "Les Diablerets", que por cierto es espectacular de bonito y un paraíso para cualquier deporte al aire libre y de montaña.



El día "D" llegó y alquilamos las bicicletas a un precio de 50 CHF por día/bicicleta. Un precio elevado, pero comparado al resto de cosas en Suiza, no dolió tanto como pagar 5€ por un simple café expreso. Debido a mi gigante pie no pude calzar unas zapatillas de ciclismo, algo que personalmente pienso que lastró mi rendimiento, pero que no justifica la diferencia descomunal entre el Alberto y yo una vez llegados a la cima. 

Bueno pues sin más dilaciones, empezamos a subir el puerto, y lo primero que dije a Alberto es que fuera a su ritmo, que yo ya llegaré. Dicho esto, solo aguanté unos cientos de metros, y en cuanto la carretera picó para arriba me quedé tan fácilmente, que no pude ni siquiera hacer la goma unos pocos metros.  




Con mi honestidad sobre mi bajo estado de forma como bandera de presentación, me centré en controlar mi respiración y en disfrutar del paisaje y de todas las curvas de 180 grados en las que me imaginaba participar en alguna etapa mítica del Tour de France; así fui durante todo el ascenso y creo que siendo consciente de tener experiencia suficiente para saber donde estaban mis límites y cuál era el ritmo correcto para coronar el puerto. 



Así sucedió, y una hora después coroné la cima con unos 10 minutos más sobre el tiempo de Alberto. Un mundo lo que me dejé y que me hubiera hecho despedirme de cualquier opción de victoria en cualquier carrera… así de flipado iba!! :)   ¡Pero bueno, toda hay que decirlo que Alberto es una máquina y en forma total! 

Respiración restablecida, una hora de pedaleo no era suficiente, y por ello decidimos hacer el reto con el ascenso de la misma cima pero desde la ciudad de Villars. Como imagináis, la endorfina de la subida me había dado alas, y estaba con ganas de más retos, e iniciamos este otro reto con un ascenso espectacular hasta la localidad  de Villar, y donde si hubiéramos tenido en cuenta el tiempo y obviado mis paradas para esperar a Alberto, ... Hubiera recortado al menos 2 minutos.  Me sentía mucho más cómodo en las bajadas.



Lo bueno acabó pronto, y llegamos al punto donde había que darnos la vuelta y empezar el ascenso. Según el detalle, el puerto era también de segunda categoría, pero más corto en distancia y el porcentaje medio de ascenso era menor... pero eso engañaba y después de unos kms iniciales sin apenas pendiente, la media es la media... y el 6.2% tenía que aparecer... y así sucedió... y apareció en los últimos kms con rampas o kilómetros de 10% donde lo pasé muy mal y tuve que hacer "s" para reducir la pendiente. Comentarios de Trazas como "que duro es el ciclismo, pedro" me vinieron a la cabeza, o imágenes de las vacas y su movimiento me parecía más rápido que mi ritmo, algo idéntico a lo que nos pasó muchos años atrás en el famoso puerto del Larrau, el cual nos humilló e hizo que buscáramos una alternativa a su coronación.  



No sé si porque estaba solo o porque en verdad este puerto no es tan largo y duro como el navarro o vasco, pero fui capaz de terminar con una diferencia cercana de 10 minutos respecto a Alberto.  Muy contento con el doble trabajo realizado, me fui con la familia a comerme un fondue de fines herbes muy merecido. Después descenso de vuelta a les Diablerets donde disfruté mucho y me puse a 60km/h aun siendo el asfalto no muy bueno y con muchos baches que ponían en duda mi musculatura en los brazos para poder ir más rápido. 

A continuación se adjunta la información de la ruta. 


https://www.strava.com/activities/5818440732



Y colorín colorado esta entrada ha llegado a su fin. ¡Espero que vuelva pronto! 



https://www.brevet.cc/cycling-in-switzerland/col-de-la-croix/


  

martes, 11 de mayo de 2021

TOUR DE LAS MAJADAS. EL HOMBRE PROPONE Y LA AVENTURA DISPONE

INTRODUCCIÓN

En esta publicación os resumiremos la pequeña escapada que hicimos en Septiembre del loco 2020 por la zona de Las Majadas y La Sierra de Tragacete; es decir, el tuétano de la Serranía de Cuenca. Los que ya nos hayáis leído en Dónde nacen los ríos o Universal Mounts Tour podréis pensar legítimamente que nos repetimos más que la oreja a la plancha y los zarajos y que qué demonios tienen estas montañas que tanto nos atraen. En nuestra defensa puedo esgrimir varios argumentos: 1º) La provincia de Cuenca, con alrededor de 250 millones de árboles, se encuentra claramente en el grupo de las más boscosas del país; 2º) Sumado a su escasa densidad de población, hace que uno pueda realizar rutas "con mucho bosque y poca civilización" -con lo que ello tiene de aventurilla- sin tener que meterse en altitudes demasiado exigentes; 3º) Está muy cerca de nuestras residencias, factor fundamental cuando uno va teniendo más responsabilidades; y 4º) A ver, troncxs, que esto se llama "cuval bikers"; es decir, bikers de Cuenca y Valencia: lo raro sería ver aquí una crónica de una travesía por La Patagonia.

Las circunstancias personales de cada uno en este año tan raro, hicieron que, después de muchas dudas, en esta ocasión, el equipo expedicionario fuera compuesto por el Toro y yo mismo. Con la segunda oleada de pandemia llamando a la puerta, quisimos hacer de las "medidas Covid" virtud y optamos por cargar en las alforjas nuestros viejos aperos de acampada y camping gas, permitiéndonos estar todo el día al aire libre. Eso nos ofrecía otra ventaja adicional: al poder pernoctar casi donde quisiéramos, podíamos modificar las etapas a nuestra conveniencia (esta circunstancia, como veremos, resultaría fundamental). Como contrapartida, la de siempre: más peso para unos bultos que, en nuestro caso, colocamos exclusivamente en la parte trasera.

El dibujo original de la travesía, que esta vez realicé con la aplicación de Komoot, estaba pensado para un fin de semana largo: tres días completos, siendo los dos primeros días bastante más exigentes que el último. Es decir, en mi cabeza pensé que el viernes podríamos comenzar a rodar a una hora temprana y cubrir sin problema el recorrido, el sábado (etapa reina) tendríamos todo el día, y una etapa más suave el domingo, para que pudiera incluir baño y/o comilona, y regreso sin prisas. La cosa, sin embargo empezó a torcerse pronto, puesto que el viernes por la mañana tuve que atender molestos menesteres ajenos a la travesía que hicieron que no llegáramos a Cañamares, el punto de partida de la travesía, hasta las 16 horas. Y, aunque desatar las bicis del remolque y colocarles las alforjas fue un suspiro, aún nos aguardaba otra sorpresa: me había dejado el GPS, con los tracks guardados, en Valencia. Naturalmente, aún disponíamos en los teléfonos de las aplicación de Komoot (en mi caso) y de IGN (en el caso de Toro), además de los mapas cartográficos en papel, así que no nos dejamos llevar por el desánimo. Sin embargo, pronto me daría cuenta que la aplicación Komoot, siendo excelente para "dibujar" rutas, es un dolor de muelas para navegar por ellas: dispone de una voz, como el Tomtom o Google maps, que te indica por donde tirar, pero ésta o bien te mortifica hablándote todo el tiempo o bien se olvida de ti incluso cuando coges el camino equivocado. Por otro lado, no es capaz de navegar sin cobertura de internet y, para más inri, no puedes dejar la aplicación en un segundo plano del móvil para, por ejemplo, hacer fotos. Un asquete, vaya.

Por todo ello, en lo referente a los tracks, lo que haré en esta ocasión en cada etapa será ofreceros la "etapa pintada" y la "etapa real"; es decir, en primer lugar, lo que pinté en la comodidad de mi casa y, en segundo lugar, el trazado que finalmente realizamos. Naturalmente, en el segundo caso, no se trata del track guardado -pues, en vista de lo incómodo que resultaba navegar, decidí prescindir finalmente de la aplicación-, sino del trayecto, llamémosle, "limpio" (sin errores en los cruces de caminos) que hicimos. Por lo que luego contaré, creo que lo agradeceréis.


RECORRIDO

ETAPA 1. CAÑAMARES - ALGÚN PUNTO EN EL PARAJE CONOCIDO COMO PINO ALTO

Etapa pintada 

Etapa real

Como os adelantaba en la introducción, el viernes comenzamos a rodar a las 16 h, mucho más tarde de lo previsto. Aún así, el optimismo del que tiene las piernas inmaculadas nos hacía pensar que aún podríamos cubrir el recorrido planificado o, al menos, la gran mayoría del mismo: llegar hasta unos prados que se extienden a la izquierda nada más se coge la Carretera de Valquemado (es decir, cubrir unos 45 kms de los 52 que tenía la etapa). 

Estos túneles se llaman La Puerta del Infierno. No estaba del todo mal traído, en nuestro caso


Iniciamos la andadura, no obstante lo dicho, con cierta calma, sabiendo que al llegar a Fuertescusa tendríamos una zona muy exigente. Efectivamente, los 8 primeros kms de la ruta, remontando el cauce del Río Escabas por una carretera bellísima, resultaron apenas un suave calentamiento. Dejamos la carretera para, por las calles del pueblo, enlazar con un camino de tierra que nos conduciría hasta el Merendero El Bronchero, pero, por supuesto, la primera en la frente: después de subir un repechón de 200 m, nos dimos cuenta que no llevábamos la dirección correcta. Corregimos el error y alcanzamos el merendero, para luego continuar por lo que en los mapas cartográficos marcaba como el Camino de Fuertescusa a Santa María del Val. A partir de aquí empezaba la gran dificultad montañosa de la jornada: unos 3 kms al 8% de desnivel medio, con picos del 14%. El calor que todavía hacía y lo exigente de la subida hizo que se nos pusieran las pulsaciones a tope y la boca como una lija, aunque las vistas sobre el valle bien merecieran el esfuerzo.


Contrariamente a lo habitual, una vez superada la ascensión, continuaron los problemas, puesto que la montaña, en esta parte, es un auténtico dédalo de caminos, caminetes y sendas, y no siempre era fácil, ni mucho menos, saber continuar por el Camino de Fuertescusa a Santa María del Val. Hubo varias equivocaciones: caminos que de repente se convertían en sendas; sendas que se diluían en la vegetación; la voz del Komoot mareando; repechones casi campo a través; bancales de arena donde se hundían nuestras pesadas ruedas traseras, etc. Sólo después de mucho rectificar, maldecir el imperdonable olvido del GPS y mi mala cabeza, y comprobar una y otra vez nuestros mapas, pudimos al fin reengancharnos al camino correcto y superar todavía dos largas cuestas más que nos situarían en la franja de los 1300 msnm, en una especie de meseta por la que discurre la Cañada Real de la Sierra.

Transcurridos unos 6 km por ese altiplano, en el 25 de nuestra ruta, el camino ya se puso en franca bajada y en un collado pudimos divisar Santa María del Val. Bajamos sin más dilación que la foto de rigor y, ya en el pueblo, merendamos rápidamente y recargamos agua. Eran ya las 19 horas horas y nos había cundido realmente poco.

Santa María del Val, bañada por el Cuervo

Tras la merienda, tomamos casi 5 kms de carretera (CUV-9031) en dirección Poyatos, afrontando la segunda dificultad montañosa del día: 4,4 kms prácticamente al 5%. Sea porque rodábamos por la sombra, que era ya total a esas horas, sea por el asfalto o porque el cuerpo ya se había acostumbrado a los esfuerzos, me resultó bastante menos exigente que los rampones tras Fuertescusa. En una ligera curva a izquierdas, empero, en el km 33,1 de nuestra ruta, abandonamos el alquitranado elemento y, con él, mis supuestas buenas sensaciones para enganchar un camino que nos llevaría al Camino de las Vaquerizas. La pista nos recibió con un muro de 300 metros al 10% y un firme roto y con regatas. Toro porfió un poco más que el que escribe, pero ambos tuvimos que ganar aquella cuesta empujando nuestras burras en pleno ocaso.

Una vez arriba, en una zona conocida como Pino Alto, se transita por un terreno ligeramente ondulado con un paisaje típico de bosque mediterráneo con numerosos calveros; es decir, un buen sitio para plantar nuestras tiendas de campaña y descargar nuestros pertrechos, a pesar de que sólo habíamos recorrido 34 kilómetros; así que decidimos no apurar más los escasos minutos de luz que nos quedaban. Recuerdo que, mientras clavábamos las piquetas de nuestras tiendas, hacíamos balance del día y, la verdad, la situación arrojaba más dudas que certezas: nos habíamos quedado a 18 kms de lo que habíamos diseñado y habíamos penado bastante, a pesar de lo corto del recorrido. El viejo adagio nunca falla: ¡¡Qué duro es este deporte, Pedro!!

Algún punto en el paraje conocido como Pino Alto

ETAPA 2. ALGÚN PUNTO EN EL PARAJE CONOCIDO COMO PINO ALTO - INMEDIACIONES DEL REFUGIO LA ALCONERA

Etapa pintada

Etapa real

Arrancamos la segunda jornada con luces y sombras. Por un lado, ambos teníamos la sensación de haber descansado bastante bien, dadas las circunstancias; por otro, las reservas de agua que teníamos estaban bajo mínimos. Lo ideal para estos casos de pernocta es hacerlo junto a una fuente, para poder beber en abundancia (importante cuando una realiza estos esfuerzos) y preparar la comida, generalmente deshidratada o liofilizada, que es más ligera de transportar. La siguiente población -y por tanto, sitio seguro de abastecimiento de agua- al paso por nuestra ruta era Las Majadas, pero ésta distaba todavía 36 kms y estaba antecedida por un señor puertaco. La jornada anterior ya nos había llamado la atención lo seco que habíamos encontrado el monte y las fuentes agostadas o directamente inexistentes, a pesar de las indicaciones de los mapas cartográficos del Toro. Para nuestra tranquilidad, no obstante, en el peor de los casos siempre podríamos desviarnos mínimamente hasta la zona recreativa de Los Lagunillos (a unos 22 kms del inicio de la etapa, justo antes de afrontar el puerto mencionado), donde era seguro que había una fuente, y, si incluso ahí no encontrábamos el preciado líquido, obtenerlo directamente del río Escabas y darle el tratamiento de las pastillas potabilizadoras que llevábamos. (Mientras hacíamos estas elucubraciones, no podía dejar de acordarme de mí mismo, 48 horas antes en casa, con el blíster de pastillas potabilizadoras en la mano, preguntándome si no estaba siendo demasiado exagerado).

Comenzamos, pues, con una buena dosis de confianza que se vio efímeramente empañada por algún error en las intersecciones de caminos. Afortunadamente, aquella zona no era el laberinto de los montes de Fuertescusa de la primera jornada y, rápidamente deshicimos el entuerto y tomamos el Camino de las Vaquerizas. Eso sí: ni la Fuente de los Arenales ni la Fuente de la Peguera tenían una gota de agua y, de hecho, al llegar a la altura de la segunda, y aunque habíamos ganado ya la franja de los 1500 msnm, el panorama era algo desolador, puesto atravesamos un auténtico páramo, producto, sin duda, de un reciente incendio que todavía dejaba su impronta.

Poco tiempo después, para nuestro alivio, el camino se tornó ligeramente favorable y nos adentró en una veguilla que nos conduciría, de nuevo entre vegetación, al Refugio de las Vaquerizas. Este refugio es, actualmente, de titularidad privada, (como bien se explica en el magnífico blog Magia Serrana, sitio donde podréis encontrar información muy útil sobre la zona), así que estuvimos un rato investigando si la llamada Fuente de las Vaquerizas se encontraba dentro o no del recinto vallado donde se ubicaba el refugio, llegando a la conclusión de que debía estar dentro. Nuestros áridos gaznates nos tentaron a allanar la propiedad privada en busca del objeto de nuestro deseo, pero desistimos, finalmente, convencidos de que no podía quedar tanto hasta encontrar un punto de abastecimiento que no nos pusiera en esas tesituras.

Apenas 1300 m después del refugio salimos a la Carretera de Valquemado, que tomamos en dirección Poyatos. La carretera no desciende inmediatamente buscando el río Escabas sino que, de hecho, tiene unos 1200 metros en ligera subida hasta volver prácticamente a los 1450 msnm. Una vez aquí, por fin, comenzamos el descenso de casi 6 kms al -6% en un excelente firme. Una bajada bonita y sin peligro, dado que a pesar de la estrechura de la calzada, ésta tiene buena visibilidad y el tráfico es muy escaso. Tras cruzarnos, primero con un ciervo y después con el que estábamos convencidos de que era José Herrada, el corredor profesional del Cofidis, en una revuelta apareció, no obstante, la mayor de nuestras alegrías: la Fuente del Barranco del Lobo (km 17 de nuestro ruta). Allí estuvimos un rato, bebiendo en abundancia, recargando nuestros bidones y mochilas de hidratación, y haciendo un pequeño almuerzo a base de frutos secos y barritas. Las cosas empezaban a enderezarse: si el puerto se nos daba bien, podíamos estar en torno a las 13 horas en Las Majadas, recuperando así parte de lo perdido en la jornada anterior.

Fuente del Barranco del Lobo. Amplias sonrisas ya


Reemprendimos el descenso y, una vez abajo, decidimos prescindir de la zona recreativa Los Lagunillos, teniendo ya nuestras reservas hídricas al máximo. A partir de aquí comenzaría la gran dificultad montañosa del día: algo más de 11 kms a algo menos del 3%. Vistos ahora los números, no parece algo demasiado exigente, pero servidor tenía grabado a fuego aquella subida desde Donde nacen los ríos, en la que sufrí como un perro (como un perro solitario). En esta ocasión, sin embargo, las cosas fueron bien distintas. Tras una primeras rampas, muy cortas, al 10 e incluso al 12%, el puerto se pone muy tendido y ahí logramos coger una marcheta no del todo asfixiante pero productiva que nos permitió coronar en Las Peñuelas en torno a las 13 horas y un rato después presentarnos ya en el restaurante en las Majadas. Tan prematuros fuimos que, a la llegada, todavía no estaban sirviendo el menú, así que decidimos estirar un poco nuestras piernas, llamar a la familia, tomarnos unas cuantas cervezas, socializar con los parroquianos del restaurante y, en definitiva, relajarnos. Había motivos para ello: después de 36 kms, habíamos recuperado terreno y superado nuestros problemas de abastecimiento de agua. Sin embargo, aún nos quedaban otros 49 kms si queríamos finalizar allí donde lo habíamos diseñado en un principio (en las inmediaciones de Vega del Codorno). Tocaba hacer un análisis realista de las fuerzas, el terreno y el tiempo disponible y, tras éste, convinimos en que pernoctar aquella noche en el Refugio Tragacete, a unos 39 kms de la localidad de donde nos encontrábamos, ya suponía una gesta más que notable.

Coronando en Las Peñuelas. Nada que ver con la anterior ocasión





Abandonamos el Restaurante Casa Raquel después de haber comido muy bien, si bien, en mi caso, evitando el atiborramiento, las salsas y los alimentos demasiado especiados (la sombra de aquella infausta etapa, desmesurada en todo, seguía siendo muy alargada, jeje). Por supuesto, la visita a Los Callejones de las Majadas fue obligada, por más que aun quedaran bastantes kms por cubrir. Tras el paseo por el museo pétreo, volvimos al asfalto, rodando durante unos 6 kms por un terreno ondulado, muy disfrutón, en medio de un bosque algo más ralo y joven con respecto al de la primera parte de la etapa, donde no nos encontramos con ningún coche y sí alguna vaca. Posteriormente a este tramo, se acometen algo más de 6,5 kms en suave subida (2,5%) hasta coronar en la Ceja de la Muela, donde se abre un hermosísimo valle por el que discurre el Arroyo Valduérguina.

Los Callejones de las Majadas


Toro reencontrándose con la family mientras coronaba la Ceja de la Muela


Valle del Arroyo Valduérguina

La bajada al valle son apenas 2,5 kms que hubiéramos cubierto es un momento si no fuera porque a mitad de bajada aprovechamos para volver a rellenar agua en la Fuente del Pino. "Si no es así, ya no encontraréis agua hasta el mismo Refugio Tragacete. Está el monte seco que da pena", fue la lacónica recomendación que nos dio un joven de la zona con el que entablamos conversación en el restaurante, mientras cerveceábamos.

Abajo del todo, en el mismo lecho del valle, hay una intersección: a la derecha, Uña; a la izquierda, nuestra ruta, en dirección al Refugio Alconera y, luego, el Refugio Tragacete. La carretera, en un principio, era tal cual la describió nuestro espontáneo informante: "buena, con un montón de baches", aunque poco a poco se desintegraba el asfalto para dar paso a un firme de tierra compactada en un tendencia mínima, pero ascendente. Poco después, en el km 60,4 de nuestra ruta, decidimos, al poco de pasar por la Fuente Cañada del Mostajo (seca, como tantas otras), abandonar la buena pista por un camino de peor firme a nuestra izquierda que ascendía a la Loma Atravesada, bajo la cual nace el Río Escabas. Se trataba de un pequeño atajo, ya que esa pista buena es la que nos llevaría a ambos refugios. Por este atajo, sin embargo, una vez ganada la Loma Atravesada, se descendía por un caminete a ratos "algo trialero" -coincidía, sin duda, con el curso de una pequeña rambla- enseguida al Refugio de la Alconera. A esas alturas yo me encontraba exultante: por un lado, la etapa estaba siendo bellísima, metidos casi siempre por bosque, rodando por superficies muy variadas pero siempre cómodas para el peso que transportábamos. Lo mismo se podía decir de los desniveles, menos extremos que los del primer día. Por otro lado, íbamos recuperando terreno, solventando nuestros problemas de abastecimiento de agua y dosificando bien la batería de los móviles. Y por si fuera poco, me iba encontrando cada vez más fuerte. Las dudas del primer día habían desaparecido y me sentía poderoso para continuar incluso más allá del Refugio Tragacete si hubiera sido necesario. Con estos pensamientos en la cabeza, claro, acometí el repecho a la Loma Atravesada bastante encendido. Toro iba detrás y, por contra, él no parecía tan fino como en la jornada anterior o bien las cervezas y el cordero no le habían sentado tan bien. No me extrañó, por tanto, los 10 ó 20 m de distancia que le cogí. Sin embargo, un poco más allá, volví a girar la cabeza y lo divisé, ya a un centenar de metros, desmontado de la bici y observando la parte trasera de la misma. El repecho no tenía tanto entidad para eso. Malo. Al llegar a su altura, se confirmaba el peor de los temores: el portaequipajes no había aguantado más. No, no es que hubiera saltado algún tornillo de los que lo anclan al tirante de la rueda trasera -como nos ocurriera en el Tour of Scotland-, era más grave: una de las patas que enganchan al eje de la rueda se había partido. Todas las alarmas se encendieron. Afortunadamente, Toro, que se ha visto en mil situaciones de estas, puesto que él sí es un auténtico "trotamundos del alforjeo", improvisó una solución momentánea con unas bridas. El porta parecía aguantar, y así rodamos con mucha cautela por aquel tramo regulero hasta llegar al Refugio Alconera. Allí entendimos que era el momento de reforzar la ñapa con hilo de freno, parar y repensar, de nuevo, el resto de ruta por acometer.


Benditas bridas



Y ahora, ¿qué? ¿cómo rediseñamos esto?

Ciertamente, una avería de tal envergadura te provoca, aunque sea a escala mínima, un pequeño proceso de duelo. En efecto, hubo negación ("¿cómo es posible? ¡Ayer rodamos por sitios infinitamente peores y se rompe justo ahora!"), ira ("¡hay que joderse!), miedo ("¿ahora cómo cojones lo hacemos? no podemos continuar con el porta roto con todo el terreno de caminos que queda por delante"), depresión o autoinculpación ("¡si es que no se puede rodar con tanto peso atrás; o nos tiramos al bike packing o esto no tiene sentido!") y, finalmente, la aceptación, que consistió en pernoctar allí mismo y  reemprender la marcha al día siguiente, rodando por caminos sólo lo estrictamente necesario y acortando obligatoriamente la tercera etapa. Aún así, saldrían casi 15 kms de caminos (que parecían de cierta entidad, así que cruzamos los dedos para que eso significara que también eran de buen firme) y más de 53 travesía.

La fuente del Refugio de la Alconera, tal y como nos había advertido nuestro amigo de las cervezas (¡qué lejano parecía ya ese momento!), también estaba estéril y, el refugio en sí, sin estar sucio, tampoco era de lo más acogedor. Todo ello, sumado a que la cabaña ya tenía un morador, hizo que, finalmente, volviéramos a acampar esta vez en un prado a unos centenares de metros del refugio y a la misma distancia de unos chopos. Después de dos días de sudoración ostensible, apareció el pequeñoburgués que llevo dentro y sentí la necesidad de, si no darme una ducha como tal, sí, al menos, lavarme un poco la cara, sobaquera y huevada, de modo que decidí adentrarme en aquellos chopos que parecían estar muy lozanos como para que no recibieran nada de agua. Mi fe tuvo premio y encontré un caño con un hilo de agua; Dios aprieta pero no ahoga.


Una vez aseados y comidos, las cosas, como ocurre siempre, se ven de otra manera. El chico que iba a pernoctar en el refugio era otro biker, éste solitario, que realizaba la relativamente famosa Ruta de las Montañas Vacías con bicicleta de gravel. Poco después, ya en las tiendas, Toro y el que escribe nos reíamos de la conversación que habíamos tenido con él un rato antes porque, si bien nosotros maldecíamos de nuestro estilo, esto es, bicicletas de montaña de toda la vida con la rueda trasera soportando todo el peso de las alfojas, él lo hacía de su bicicleta de gravel con bike packing (esas pequeñas mochilitas que aprovechan el cuadro y otros elementos para repartir el peso), aunque no tanto por los bultos del bike packing sino, más bien, por la falta de amortiguación. Recuerdo que el colega estaba tan cruzado que llegó a hablar del "camelo del gravel" para este tipo de recorridos. Yo no he tenido nunca bicicleta de gravel, así que es poco lo que puedo aportar a este inagotable debate, pero lo que queda claro es que unas alfojas traseras como las que yo llevé, con casi 14 kgs de peso, están casi en el límite de lo aconsejable para un recorrido así, por más que el fabricante asegure que aguantan hasta 25 kgs. Y si no, a los hechos me remito.

Últimos rayos de luz para plantar la tienda en las inmediaciones del Refugio de La Alconera

ETAPA 3. INMEDIACIONES DEL REFUGIO DE LA ALCONERA - CAÑAMARES.


  

La mañana del último día de nuestra pequeña travesía resultó fresca, por no decir fría de cojones. A decir verdad, yo ya lo había notado en la tienda: aquella noche me costó conciliar el sueño dentro de un saco que no acababa de alcanzar una temperatura confortable. Desde luego, no se me olvida que ha llegado el momento de renovar saco. En el desayuno, no obstante, nos mostrábamos mucho más animados con respecto a la tarde anterior, fundamentalmente porque nuestro amigo de la gravel (que precisamente en esos momentos parecía poner fin a su calvario, puesto que ataba la bici al remolque de un 4x4 que había acudido hasta allí) nos había informado que todo el recorrido por caminos de tierra que habíamos rediseñado lo había realizado él -dado que forma parte del track 3 (Serranía de Cuenca) de la citada ruta de Montañas Vacías- y era igual de bueno que la pista del día anterior. "Este último tramo [que he hecho] no es, desde luego, de los peores", sentenció con un poso de amargura.

Y ciertamente, así fue: rodamos unos primeros 8,5 kms por un firme de tierra compactada excelente en medio de la Sierra de Tragacete, ondulado aunque siempre con tendencia ascendente, a un 2,7% de media; perfecto para entrar en calor pero ir haciendo camino. Coronamos al ganar el Colladillo Seco, acariciando los 1700 msnm. Desde allí hasta el Refugio Tragacete habrá unos 6 kms, así que la etapa anterior, tal y como la concebimos tras la comida, sí se nos podría haber hecho un poco larga.

Repechos en busca del Colladillo Seco. Sierra Tragacete

En el bosque, a solas con nuestro esfuerzo

Tras llegar al techo de nuestra etapa y travesía, siguieron 3,4 kms en descenso por el mismo camino para, en el km 11,8 de nuestra ruta, torcer a mano izquierda por otra pista, también en muy buen estado aunque con algún tramo de arena en el Barranco de las Colmenas que, con las burras lanzadas del descenso, implicó algo de riesgo. Esta segunda pista, de unos 3 kms desde que dejamos la anterior, desemboca, de nuevo en la Carretera de Valquemado, por la que repetiríamos el descenso hasta el Albergue Tejadillos. Este hecho, el repetir un tramo del recorrido -por más que este descenso por carretera sea una gozada- suponía un buen mordisco al kilometraje y recorrido por caminos original, pero también el obligatorio sacrificio si no queríamos comprometer la aventura por completo. Y es que uno imagina una ruta en el confort de su casa: unos determinados kilómetros, unos determinados caminos, unos sitios para la pernocta, etc., pero luego la montaña, la climatología, los puntos de agua, tu forma física (que generalmente siempre es peor de lo que pensabas) o las averías te va poniendo en tu sitio. El hombre propone y la aventura dispone, y a este claro axioma que se revelaba una vez más conviene no oponerse.

El tramo que compartimos, empero, es de sólo 7 kms, hasta alcanzar las Casas de Tejadillos. Una vez aquí, giramos a la derecha para rodar junto al Escabas de nuevo, pero en esta ocasión siguiendo su curso en lugar de remontarlo. Esta vía es, quizás, un pelín más ancha que la Carretera de Valquemado, pero, no obstante, muy bonita, con vistas en todo momento al río y que nos conduciría en un suave descenso de 8,5 kms a la CUV-9031. Esta nueva carretera la tomamos en dirección Fuertescusa y ya no la dejaríamos hasta conectar con la CM-210, ya en las inmediaciones de Cañamares, nuestro destino final. La CUV-9031, desde donde accedimos, tiene un poco el mismo aspecto que la que traíamos: una bonita carretera junto al río, sin dificultad en lo ciclístico, hasta llegar al km 40 de nuestra ruta. En ese momento, el río se desparrama por un valle más abierto en un paraje conocido como La Sernilla y la carretera se encarama, ladera arriba, ofreciendo unas vistas al valle hermosísimas. Si bien en cierto que, de haber continuado con el porta en buen estado hubiéramos rodado por los caminos que se dibujaban a la vera del río, el puertecete (2 kms a poco más del 5%) nos brindó un pequeño reto físico y, sobre todo, unas fotos chulas donde se nota que la preocupación ya había sido superada.

Haciendo el gili


Y otra más sobria

Superamos esta última dificultad montañosa en torno a las 12 horas (algo que no habíamos anticipado ni en la mejor de nuestras previsiones) debido, fundamentalmente, a que el apaño del porta había aguantado bien y no había hecho falta ajustarla en ningún momento, y a que por carretera, admitámoslo, se avanza muchísimo más fácil. Así las cosas, decidimos, en las postrimerías de nuestra travesía, retornar al hedonismo y devolverle a nuestros ya algo ajados cuerpecicos las recompensas prometidas: bañito en el Escabas, el río que había dominado casi toda la ruta, y comilona en Fuertescusa antes de reemprender la vuelta en coche con una sonrisa de oreja a oreja y la sensación de haber pasado 3 días cojonudos.

Misión cumplida





lunes, 25 de mayo de 2020

DE LA MAR BLAVA A LA FONT ROJA. MAR Y MONTAÑA DE CICLOTURISMO

INTRODUCCIÓN

Que el disfrute de un viaje depende, en gran medida, de las expectativas que uno tenga, es una verdad como un templo. Hoy os voy a relatar una escapadita de sólo dos jornadas que realicé a finales de noviembre de 2018. Algo para quitarme el gusanillo que, no obstante, resultó ser mucho más bonito de lo que hubiera imaginado, aparte de bastante exigente.

Naturalmente, dadas las fechas y lo corta de la travesía, no tenía sentido cargar en esta ocasión con la tienda de campaña, por muy "ultraligera" que esta sea. Por similares razones, tampoco cargué en esta ocasión con el hornillo y, cuando no comí en un bar, lo hice a base de latillas de conserva y embutido.

Lo primero que tenía claro es que, disponiendo únicamente de dos días, no me apetecía montar el tinglado del portabicicletas en el coche que, además, me obligaba a una ruta circular. Por otro lado, tenía ganas de explorar la bética alicantina (especialmente la Sierra de Aitana) y también le tenía ganas al Parque Natural de la Font Roja y a esa carretera mágica hacia el santuario desde el cual hay una preciosa estampa de la Foia d'Alcoi [en adelante, usaré siempre la toponimia en valenciano y en cursiva para no liarnos].

Con estos mimbres, lo más razonable consistía en coger el cercanías hasta Gandia y realizar la travesía, finalizando en Alcoi, para retornar a Valencia con el tren regional. Como bien sabréis, en los trenes de cercanías no hay en la práctica ninguna restricción para subir la bici. En el regional tampoco me la pusieron, pero como Renfe cambia de tanto en tanto de criterio, yo os recomendaría que os informarais previamente. 

Quizás algun@ os hayáis preguntado si no hubiera sido mejor hacerlo justamente al revés: empezar el Alcoi y acabar en Gandia, ahorrándome así más de 600 metros de desnivel acumulado, que es la altura sobre el nivel del mar a la que se sitúa este importante municipio alicantino. Si me habéis leído en otras entradas, no obstante, ya conocéis mi vena masoquista -ese rollo de que en la bici sólo se disfruta cuando se sufre y blablabla (jajaj)-, pero, lo que más pesó en este caso es que, dado los pocos trenes con destino Alcoi que parten desde Valencia, pudiera perder el de la mañana y me pasara algo similar al arranque de Donde nacen los ríos. A pesar de lo que luego experimenté (o precisamente por eso), creo la decisión fue un acierto.

Habrá incluso quien se pregunte, sobre todo si no es valencian@, por qué, si el principal atractivo de la travesía era alcanzar la prebética alicantina desde la costa, no haber comenzado en un pueblo más meridional y cercano a esa sierra. Pues bien, simplemente porque no hay una línea férrea costera, por más sorprendente que parezca, entre Gandia y Benidorm; de forma que si uno quiere acceder en transporte público, desde Valencia, a, por ejemplo, Dénia o Xàbia (junto al Montgó, una de las últimas estribaciones de le prebética alicantina) debe hacerlo bien en autobús, bien dando un rodeo que consiste en ir hasta Alicante con la Renfe para allí coger el Tram d'Alacant. Esto último, acaba siendo una gymkana agotadora, que ni el ferroca con más vocación -del que me siento muy lejos- aguantaría. Y lo primero, el viajar en autobús, obliga, sin embargo, a meter la bici en una caja de cartón, algo que, desde el Tour of Scotland, también prefiero evitar cuando sea posible.

Sea como fuere, la cosa quedó tal que así:

ETAPA 1. GANDIA - GUADALEST

Análisis Wikiloc

Con un índice IBP de 111, más de 1700 m de desnivel acumulado y dos grandes ascensiones (más otras dos menores), la etapa tuvo bastante exigencia física. Rodé por todo tipo de superficies: caminos de tierra, carril bici/vía verde, pistas hormigonadas y, mayoritariamente, asfalto. No obstante, cuando lo hice por este último fue siempre por carreteras con poco tráfico y, algunas, con el ancho y el encanto que tanto me hacen disfrutar.


En la estación de Cercanías de Gandia. Más ligero que en otras ocasiones

Comencé la etapa desde la estación de cercanías de Gandia a eso de las 10:15 horas. Tomando dirección S, no es difícil orientarse y, enseguida, uno encuentra un puente peatonal y cicloturista paralelo a otro por donde circula el tráfico rodado. A partir de ahí no hay más que seguir por la Vía Verde de la Safor. Las llamadas "vías verdes", aclaración para el/la profan@, son antiguos trazados ferroviarios que se han recuperado para el paseo y el cicloturismo, y esto requiere un pequeño inciso de historia ferroviaria que completará lo que hemos comentado un poco más arriba. Hasta 1969, Gandia y Dénia sí estaban conectadas por ferrocarril, sólo que éste era de vía estrecha (1000 mm, frente a los 1668 mm que utiliza Renfe). Las vías se levantaron en 1974 con la promesa de que la línea de Renfe de Gandia se prolongaría hasta la capital de la Marina Alta, aprovechando este trazado. La promesa, claro, fue incumplida, y después de mucho tiempo sólo se pudo recuperar un tramo (entre Gandia y Oliva) como vía verde. Si queréis saber más sobre este desdichado ferrocarril, os recomiendo el magnífico blog "Historias del Tren".

La Vía Verde de la Safor es una delicia, absolutamente plana, entre naranjos, paralela a la N-332, que finaliza, como decimos, al alcanzar Oliva. Desde aquí, continué en la misma dirección por el Camí vell de Dénia para, al poco de superar el resort de golf "Oliva Nova", girar a la derecha y tomar la CV-678 en dirección Pego. Si examinais el track con detalle, os daréis cuenta de que hice una primera intentona de coger esta carretera sin tocar un metro de la N-332, que tiene el triste honor de ser una de las carreteras con mayor número de cicloturistas accidentados. No hay, empero, otra alternativa a coger la nacional para, eso sí, 300 m más allá torcer ya a la carretera en dirección Pego.

Nada más enganchar la CV-678, viene un puente que salva la autopista y, al bajar, ya podemos considerar que estamos en el Parc Natural de la Marjal de Pego-Oliva, primero de los espacios naturales apuntados en la lista que llevábamos desde Valencia. Este humedal me daría la bienvenida a la provincia de Alicante, y la estampa de los carrizales con las sierras Mostalla, Migdia y Segària de fondo me puso ya de lo más contento después de 20 km de planicie.

Tras un breve almuerzo por las huertas de Pego, reemprendí la marcha dispuesto a afrontar la primera gran ascensión de la jornada: el Port de la Vall d'Ebo. Éste comienza justo al abandonar el municipio pegolino por el S y tomar la CV-712 en dirección a la Vall d'Ebo. Son casi 8 kms de ascensión con un 6% de media. Lo bueno es que lo más fastidiado está al principio, en los primeros 3 kms, con rampas del 11 y hasta del 13%. En el km 3, como digo, hay un falso llano ideal para recuperar, y los últimos 4 kms son mucho más tendidos que el primer tramo. Lamentablemente, el fuego se ha cebado varias veces con estos montes en los últimos años y, aunque es cierto que, ante la ausencia de vegetación, uno puede ir divisando en todo momento la línea de costa, a mí me da bastante mal rollo ascender por montañas tan peladas. Por lo demás, la carretera tiene todo para el disfrute cicloturista: dureza, buen firme y amplitud, si no ideal, correcta.


Panorámica del puerto, una vez superadas las rampas más duras

En el km 35,8 de nuestra ruta coronaba el puerto, dejando a mi izquierda un montón de senderos locales y que constituyen uno de los paraísos senderistas de la provincia de Alicante. Desde ese punto, hay un suave descenso de 3 km hasta la Vall d'Ebo, donde abandonaría la CV-712 para dirigirme en dirección al polideportivo del pueblo. Justo entre el polideportivo y el camping sale el carrer de Tita Albir que, en esencia, es una pista forestal asfaltalda que remonta el valle entre la Serra de la Carrasca y la Serra del Sireret. La solitaria pista, por cierto, la estaban arreglando y pude disfrutar de un asfalto casi virgen en un gran tramo. A pesar de ello, recuerdo que cubrir los primeros 4 km, que eran ascendentes con un desnivel rozando el 5% y un ligero viento en contra, me obligó a un esfuerzo con el que no había contado. 

No obstante, una vez coronado el paraje conocido como Tarrenyes, la pista busca el lecho del Barranc Malafi para conducirnos en suave descenso al Pla de Petracos. El paisaje había mejorado progresivamente y esta zona ya tiene más pinos e incluso alguna carrasca, además del aliciente de unas pinturas rupestres. 


Algún punto de la pista forestal asfaltada, una vez ganado Tarrenyes y en busca del Barranc Malafi

La hermosa pista forestal desembocó, en el km 49,1 de nuestra ruta, en la CV-720, que tomé en dirección Castell de Castells. Para aquel entonces, los montes ya habían recuperado su manto vegetal, aunque, en contraprestación, esta nueva carretera era, de tan buena, algo aburrida. Ese punto de la ruta hubiera sido el momento ideal para comer, pero no encontré ningún apartadero mínimamente atractivo para ello y lo postergué hasta la entrada a Castell de Castells, donde, finalmente, junto al antiguo lavadero y bajo un cielo azul con cúmulos, di cuenta de mis sardinillas en escabeche, queso, frutos secos y alguna cosa más. Muy bonito, aunque quizás no fuera la mejor de las decisiones.


Paradita para comer, en Castell de Castells

Y es que la segunda gran ascensión de la jornada no se hizo esperar. Al reemprender la marcha, crucé el pueblo de N a S para coger, en cuanto acabaron las casas, la CV-752 en dirección Tàrbena. Nuestra ruta continuó por la siguiente salida a la derecha tras la del polideportivo: una empinada pista de hormigón rayado que constituye el inicio del Portet de Castells. Serían sólo 3,7 kms, pero, con un 9% de desnivel medio y rampas de hasta el 16%, aquello se hizo muy, muy largo. Hubo tiempo, por tanto, para recordar esos consejos de los deportistas de alto nivel de comer tres horas antes del ejercicio físico. Y es que ajustar el ritmo cardíaco para poder afrontar ese esfuerzo y no echar las papas en el intento no fue fácil y -como imaginareis- los pocos momentos de cierta tregua fueron para maldecir el escabeche que me repetía y mi sensible tracto intestinal. A pesar de todo este sufrimiento, debo decir que la subida es preciosa; después de un primer zigzagueo en hormigón, el camino de tierra remonta el Barranc del Beato a través de una pinada formidable, en una de esas ascensiones de BTT que son al mismo tiempo un calvario y un chute de serotonina. Al coronar, a 850 msnm, las vistas sobre el valle y embalse de Guadalest y la Serra Aitana son preciosas. Lamentablemente, no os puedo colgar aquí ninguna foto, porque el sol daba de frente y no pude obtener ninguna instantánea con un mínimo de calidad, pero os aseguro que merece la pena.

La vertiente norte del Portet de Castells es más empinada que la norte (3,8 km al -12%), y prueba de ello es que toda ella está hormigonada. Con prudencia, por tanto, descendí hasta abandonar el hormigón, punto exacto donde aparece una carreterita preciosa a la izquierda con la indicación a la "Presa de Guadalest". Con pequeños toboganes, la tendencia en ese tramo sería todavía favorable hasta acceder al mismo muro de la presa.




Después de la foto de rigor en el muro de la presa del embalse de Gaudalest y de explicarles la minitravesía a unos holandeses que, aparentemente aficionados al cicloturismo, "lo estaban flipando" con las "mountains of Alicante", sólo quedaba cubrir el tramo hasta el hotelito donde me alojaría aquella noche. Desde el embalse hasta el pueblo, no obstante, hay casi 4 kms con una pendiente cercana al 5%. Comoquiera que llevaba ya un montón de esfuerzos, y que me había recreado más de la cuenta en el embalse y me había quedado algo frío, ese tramo se me atragantó más de lo esperado. En cualquier caso, a las 17:30 estaba ya dejando mis alforjas en el hotel "El Tossal", donde me trataron de maravilla.

Guadalest, a escasos 17 kms en línea recta de Benidorm, es un pueblo precioso de origen medieval, con un castillo encaramado en un risco, un pasadizo excavado en la roca para acceder al mismo y un buen puñado de museos. De todo ello había inferido que la oferta de restauración no sería un problema en el pueblo. Pues bien, una vez más me equivoqué. En un día entre semana de temporaba baja como era aquél, sólo pude encontrar un extraño bar: el "Elefante Rosa", mezcla de bar y pub inglés con una decoración desconcertante en el que, no obstante, el dueño resultó ser de lo más amable y accedió a ofrecerme algo de cenar, a pesar de ser el único cliente y de que eran ya las 21 horas, momento del día en el que ya no esperaba a ningún posible guiri despistado.


ETAPA 2. GUADALEST - ALCOI

Análisis Wikiloc

Etapa de similares características, en lo ciclístico, a la de la jornada anterior: Por encima de los 65 kms, 1700 m de desnivel positivo, todo tipo de superficies y dos grandes ascensiones: en este caso, la subida a La Font de l'Arbre y la subida al Santuari de la Font Roja.

Después de un gran desayuno en el hotel donde había pernoctado, salí con energías menos renovadas de lo que me hubiera gustado, a pesar de que había dormido estupendamente. El día estaba algo desapacible, con viento e intervalos de nubes amenazantes de agua. Todo apuntaba a que iba a encarar otra etapa muy sufrida, puesto que ya en la primera parte del recorrido, que consistía simplemente coger la CV-70 en dirección Confrides remontando así la vall de Guadalest, el suave viento en contra y la ligera pendiente desfavorable me hicieron avanzar muy lentamente. La carretera, por cierto, es amplia y, no obstante, muy bonita, y ofrece estampas espectaculares del valle.


Nubes y claros en al valle de Guadalest
Alcanzado Confrides, daría comienzo la primera gran ascensión de la jornada: la subida al paraje conocido como La Font de l'Arbre. Se trata de 6 kms al 7% de desnivel, siendo los primeros 3 kms terribles, con una pendiente media cercana al 11% en un asfalto rugoso y a tramos roto. La sensación que tuve es que el viento arreciaba, racheado por momentos, y un par de nubes descargaron algo de agua. Sólo la marcha tonta y un enorme acto de voluntad hicieron que no pusiera pie a tierra y la escena, sin llegar a ser dramática, ya era digna de pronunciar las viejas palabras: "¡¡Qué duro es este deporte, Pedro!!".


Merendero en La Font de l'Arbre

Justo al alcanzar La Font de l'Arbre comenzaría uno de los tramos de tierra que tenía la etapa: una pista de excelente firme que me condujo por un altiplano en la franja de los 1100 msnm con unas vistas espectaculares a Alcoleja, Ares del Bosque y Benasau. Después de 3 kms, volvió el asfalto de grano grueso y roto para, en franco descenso ya, dejarme en la CV-770 a pocos metros del cartel del Port de Tudons y la intersección con la CV-785, que cogí en dirección Penáguila. Desde la intersección, en apenas 2,6 kms (en el 23,4 de nuestra ruta), abandonaba esta bonita carretera para tomar un camino algo pedregoso que desembocó en apenas km y medio en una pista forestal asfaltada preciosa que, en las faldas del pico La Redona, ofrece una vista preciosa sobre el Barranc de la Canaleta. Además, a esas alturas de la etapa, las nubes negras ya se habían retirado y el viento parecía soplar con menos fuerza

Al cabo de 7 kms de pista forestal asfaltada, ésta conduce a la CV-780 que, en buena lógica, me habría conducido por suave aunque sinuoso descenso hasta Benifallim. Aquí cometí, sin embargo, el error de quererle meter una senda al trazado que, por su firme y por la carga que llevaba, era casi imposible de ciclar sin asumir mucho riesgo de hostión y de comprometer el material. Tras bajar de la burra en un par de ocasiones por prudencia, finalmente, me lié la manta a la cabeza y, cuando ya estaba ganando confianza y había recorrido unos centenares de metros, un árbol caído me obligó a apearme de nuevo y superarlo pasando la bici el volandas. Fue la única "liadita" de la travesía y no me quejo, porque siempre es fácil caer en la -llamémosle- "trampa del betetero que todos llevamos dentro" y más cuando trazas un recorrido en el ordenador de tu casa, con la consiguiente flipada.




Tras almorzar en un bonito jardín cercano al cementerio del municipio de Benifallim, reemprendí la marcha por la CV-785 en dirección a Alcoi, una carretera que deja a la izquierda la Serra dels Plans y a su derecha campos de almendros y frutales en una suave tendencia ascendente. En el km 39,8 abandoné la carretera para afrontar un breve tramo de camino, en busca de la Via Verde d'Alcoi, que finalmente enganché en el km 42,5 de nuestra ruta. Esta vía verde, vestigio de lo que otrora fuera el trazado del ferrocarril Alcoi-Alacant (diseñado para tratar de dar salida al mar a los productos textiles de la capital de l'Alcoià), es un precioso recorrido de 10 kms con 10 túneles y 3 viaductos. La vía verde, muy disfrutada por l@s alcoyan@s, se encuentra en buen estado y, en el sentido que la cogí (N), será siempre muy favorable, pero hay algún túnel sin iluminación, así que acordaos de llevar un frontal o linterna para bicicleta.




La tendencia descendente y la cantidad de túneles de la vía verde obliga, asimismo, a estar al tanto para abandonarla justo en el momento adecuado para enlazar con la CV-797, que se encuentra en un nivel superior al antiguo trazado ferroviario. Esta vez, afortunadamente, mi track dibujado se ajustó perfectamente a la geografía real y por un caminete mejor de lo esperado accedí sin problemas a la carretera. A partir de aquí comenzaría la última ascensión del día y la travesía que me conduciría, además, al segundo parque natural de la lista: la subida al Santuari de la Font Roja. El puerto, de 7,4 kms, es muy tendido en sus primeros 4 kms, siendo los últimos 3,4 más empinados. Exactamente, un 7,5% de desnivel en este segundo tramo que, después de los dos días de paliza, se hicieron duros de roer. Con más voluntad que fuerzas, por tanto, alcanzaba finalmente el santuario casi a las 15:30.


La Foia d'Alcoi, desde el Santuari de la Font Roja

Para cubrir el tramo final hasta Alcoi, decidí coger la carretera de Les Llacunes a la izquierda, en el km 57,7 de nuestra ruta. Sólo 2,2 kms después y por la razón de siempre de escamotear algún kilómetro de asfalto, tomé un camino a la derecha, bastante betetero pero completamente ciclable, que va a buscar el lecho del Riu Polop y que, entre chopos, fue un auténtico regocijo. Junto al puente de las Siete Lunas, lugar donde uno tiene otra panorámica diferente de la Foia d'Alcoi, apuré las últimas latillas de conserva y fuet que me quedaban y, de nuevo por la vía verde, accedí a Alcoi para ir a buscar la estación de ferrocarril.

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Ya que en esta entrada hemos hablado un poco de trenes, no quisiera dejar de comentar el estado de abandono en que se encuentra la línea València - Alcoi. La que en tiempos de la Revolución Industrial fuera una de las ciudades más importates de la Comunidad Valenciana y aún hoy la duodécima en población, cuenta con un solo tren diario a Valencia cuando escribo esto (cuando hice la travesía, juraría que dos), que transitan por unas vías sin ningún mantenimiento y que tarda en cubrir los 110 kms que separan ambas localidades más de 2 horas; es decir, unos 20' menos que cuando se inauguró la línea, a principios de siglo XX. Por supuesto, no hay personal en la antigua estación y el edificio de la misma está ruinoso hasta tal punto de que no tiene ni puertas. Es bastante indignante como, detrás de los fuegos de artificio de la alta velocidad, Renfe está dejando morir su red de media distancia, que es la que verdaderamente vertebra el territorio. Todo nuestro apoyo y solidaridad, por tanto, con la gente de Salvem el tren

Así pues, y aunque el convoy tenía programada la salida en torno a las 16:15 horas, en aquella gélida sala de espera se me hizo de noche esperando al maldito tren, que llegó con dos horas de retraso. Finalmente, casi a las 21 horas llegaba hambriento a Valencia, teniendo todavía que cubrir el trayecto a Paiporta en bicicleta. Confieso que ese broche final de adversidad, cortesía de Renfe, no lo esperaba.