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martes, 11 de mayo de 2021

TOUR DE LAS MAJADAS. EL HOMBRE PROPONE Y LA AVENTURA DISPONE

INTRODUCCIÓN

En esta publicación os resumiremos la pequeña escapada que hicimos en Septiembre del loco 2020 por la zona de Las Majadas y La Sierra de Tragacete; es decir, el tuétano de la Serranía de Cuenca. Los que ya nos hayáis leído en Dónde nacen los ríos o Universal Mounts Tour podréis pensar legítimamente que nos repetimos más que la oreja a la plancha y los zarajos y que qué demonios tienen estas montañas que tanto nos atraen. En nuestra defensa puedo esgrimir varios argumentos: 1º) La provincia de Cuenca, con alrededor de 250 millones de árboles, se encuentra claramente en el grupo de las más boscosas del país; 2º) Sumado a su escasa densidad de población, hace que uno pueda realizar rutas "con mucho bosque y poca civilización" -con lo que ello tiene de aventurilla- sin tener que meterse en altitudes demasiado exigentes; 3º) Está muy cerca de nuestras residencias, factor fundamental cuando uno va teniendo más responsabilidades; y 4º) A ver, troncxs, que esto se llama "cuval bikers"; es decir, bikers de Cuenca y Valencia: lo raro sería ver aquí una crónica de una travesía por La Patagonia.

Las circunstancias personales de cada uno en este año tan raro, hicieron que, después de muchas dudas, en esta ocasión, el equipo expedicionario fuera compuesto por el Toro y yo mismo. Con la segunda oleada de pandemia llamando a la puerta, quisimos hacer de las "medidas Covid" virtud y optamos por cargar en las alforjas nuestros viejos aperos de acampada y camping gas, permitiéndonos estar todo el día al aire libre. Eso nos ofrecía otra ventaja adicional: al poder pernoctar casi donde quisiéramos, podíamos modificar las etapas a nuestra conveniencia (esta circunstancia, como veremos, resultaría fundamental). Como contrapartida, la de siempre: más peso para unos bultos que, en nuestro caso, colocamos exclusivamente en la parte trasera.

El dibujo original de la travesía, que esta vez realicé con la aplicación de Komoot, estaba pensado para un fin de semana largo: tres días completos, siendo los dos primeros días bastante más exigentes que el último. Es decir, en mi cabeza pensé que el viernes podríamos comenzar a rodar a una hora temprana y cubrir sin problema el recorrido, el sábado (etapa reina) tendríamos todo el día, y una etapa más suave el domingo, para que pudiera incluir baño y/o comilona, y regreso sin prisas. La cosa, sin embargo empezó a torcerse pronto, puesto que el viernes por la mañana tuve que atender molestos menesteres ajenos a la travesía que hicieron que no llegáramos a Cañamares, el punto de partida de la travesía, hasta las 16 horas. Y, aunque desatar las bicis del remolque y colocarles las alforjas fue un suspiro, aún nos aguardaba otra sorpresa: me había dejado el GPS, con los tracks guardados, en Valencia. Naturalmente, aún disponíamos en los teléfonos de las aplicación de Komoot (en mi caso) y de IGN (en el caso de Toro), además de los mapas cartográficos en papel, así que no nos dejamos llevar por el desánimo. Sin embargo, pronto me daría cuenta que la aplicación Komoot, siendo excelente para "dibujar" rutas, es un dolor de muelas para navegar por ellas: dispone de una voz, como el Tomtom o Google maps, que te indica por donde tirar, pero ésta o bien te mortifica hablándote todo el tiempo o bien se olvida de ti incluso cuando coges el camino equivocado. Por otro lado, no es capaz de navegar sin cobertura de internet y, para más inri, no puedes dejar la aplicación en un segundo plano del móvil para, por ejemplo, hacer fotos. Un asquete, vaya.

Por todo ello, en lo referente a los tracks, lo que haré en esta ocasión en cada etapa será ofreceros la "etapa pintada" y la "etapa real"; es decir, en primer lugar, lo que pinté en la comodidad de mi casa y, en segundo lugar, el trazado que finalmente realizamos. Naturalmente, en el segundo caso, no se trata del track guardado -pues, en vista de lo incómodo que resultaba navegar, decidí prescindir finalmente de la aplicación-, sino del trayecto, llamémosle, "limpio" (sin errores en los cruces de caminos) que hicimos. Por lo que luego contaré, creo que lo agradeceréis.


RECORRIDO

ETAPA 1. CAÑAMARES - ALGÚN PUNTO EN EL PARAJE CONOCIDO COMO PINO ALTO

Etapa pintada 

Etapa real

Como os adelantaba en la introducción, el viernes comenzamos a rodar a las 16 h, mucho más tarde de lo previsto. Aún así, el optimismo del que tiene las piernas inmaculadas nos hacía pensar que aún podríamos cubrir el recorrido planificado o, al menos, la gran mayoría del mismo: llegar hasta unos prados que se extienden a la izquierda nada más se coge la Carretera de Valquemado (es decir, cubrir unos 45 kms de los 52 que tenía la etapa). 

Estos túneles se llaman La Puerta del Infierno. No estaba del todo mal traído, en nuestro caso


Iniciamos la andadura, no obstante lo dicho, con cierta calma, sabiendo que al llegar a Fuertescusa tendríamos una zona muy exigente. Efectivamente, los 8 primeros kms de la ruta, remontando el cauce del Río Escabas por una carretera bellísima, resultaron apenas un suave calentamiento. Dejamos la carretera para, por las calles del pueblo, enlazar con un camino de tierra que nos conduciría hasta el Merendero El Bronchero, pero, por supuesto, la primera en la frente: después de subir un repechón de 200 m, nos dimos cuenta que no llevábamos la dirección correcta. Corregimos el error y alcanzamos el merendero, para luego continuar por lo que en los mapas cartográficos marcaba como el Camino de Fuertescusa a Santa María del Val. A partir de aquí empezaba la gran dificultad montañosa de la jornada: unos 3 kms al 8% de desnivel medio, con picos del 14%. El calor que todavía hacía y lo exigente de la subida hizo que se nos pusieran las pulsaciones a tope y la boca como una lija, aunque las vistas sobre el valle bien merecieran el esfuerzo.


Contrariamente a lo habitual, una vez superada la ascensión, continuaron los problemas, puesto que la montaña, en esta parte, es un auténtico dédalo de caminos, caminetes y sendas, y no siempre era fácil, ni mucho menos, saber continuar por el Camino de Fuertescusa a Santa María del Val. Hubo varias equivocaciones: caminos que de repente se convertían en sendas; sendas que se diluían en la vegetación; la voz del Komoot mareando; repechones casi campo a través; bancales de arena donde se hundían nuestras pesadas ruedas traseras, etc. Sólo después de mucho rectificar, maldecir el imperdonable olvido del GPS y mi mala cabeza, y comprobar una y otra vez nuestros mapas, pudimos al fin reengancharnos al camino correcto y superar todavía dos largas cuestas más que nos situarían en la franja de los 1300 msnm, en una especie de meseta por la que discurre la Cañada Real de la Sierra.

Transcurridos unos 6 km por ese altiplano, en el 25 de nuestra ruta, el camino ya se puso en franca bajada y en un collado pudimos divisar Santa María del Val. Bajamos sin más dilación que la foto de rigor y, ya en el pueblo, merendamos rápidamente y recargamos agua. Eran ya las 19 horas horas y nos había cundido realmente poco.

Santa María del Val, bañada por el Cuervo

Tras la merienda, tomamos casi 5 kms de carretera (CUV-9031) en dirección Poyatos, afrontando la segunda dificultad montañosa del día: 4,4 kms prácticamente al 5%. Sea porque rodábamos por la sombra, que era ya total a esas horas, sea por el asfalto o porque el cuerpo ya se había acostumbrado a los esfuerzos, me resultó bastante menos exigente que los rampones tras Fuertescusa. En una ligera curva a izquierdas, empero, en el km 33,1 de nuestra ruta, abandonamos el alquitranado elemento y, con él, mis supuestas buenas sensaciones para enganchar un camino que nos llevaría al Camino de las Vaquerizas. La pista nos recibió con un muro de 300 metros al 10% y un firme roto y con regatas. Toro porfió un poco más que el que escribe, pero ambos tuvimos que ganar aquella cuesta empujando nuestras burras en pleno ocaso.

Una vez arriba, en una zona conocida como Pino Alto, se transita por un terreno ligeramente ondulado con un paisaje típico de bosque mediterráneo con numerosos calveros; es decir, un buen sitio para plantar nuestras tiendas de campaña y descargar nuestros pertrechos, a pesar de que sólo habíamos recorrido 34 kilómetros; así que decidimos no apurar más los escasos minutos de luz que nos quedaban. Recuerdo que, mientras clavábamos las piquetas de nuestras tiendas, hacíamos balance del día y, la verdad, la situación arrojaba más dudas que certezas: nos habíamos quedado a 18 kms de lo que habíamos diseñado y habíamos penado bastante, a pesar de lo corto del recorrido. El viejo adagio nunca falla: ¡¡Qué duro es este deporte, Pedro!!

Algún punto en el paraje conocido como Pino Alto

ETAPA 2. ALGÚN PUNTO EN EL PARAJE CONOCIDO COMO PINO ALTO - INMEDIACIONES DEL REFUGIO LA ALCONERA

Etapa pintada

Etapa real

Arrancamos la segunda jornada con luces y sombras. Por un lado, ambos teníamos la sensación de haber descansado bastante bien, dadas las circunstancias; por otro, las reservas de agua que teníamos estaban bajo mínimos. Lo ideal para estos casos de pernocta es hacerlo junto a una fuente, para poder beber en abundancia (importante cuando una realiza estos esfuerzos) y preparar la comida, generalmente deshidratada o liofilizada, que es más ligera de transportar. La siguiente población -y por tanto, sitio seguro de abastecimiento de agua- al paso por nuestra ruta era Las Majadas, pero ésta distaba todavía 36 kms y estaba antecedida por un señor puertaco. La jornada anterior ya nos había llamado la atención lo seco que habíamos encontrado el monte y las fuentes agostadas o directamente inexistentes, a pesar de las indicaciones de los mapas cartográficos del Toro. Para nuestra tranquilidad, no obstante, en el peor de los casos siempre podríamos desviarnos mínimamente hasta la zona recreativa de Los Lagunillos (a unos 22 kms del inicio de la etapa, justo antes de afrontar el puerto mencionado), donde era seguro que había una fuente, y, si incluso ahí no encontrábamos el preciado líquido, obtenerlo directamente del río Escabas y darle el tratamiento de las pastillas potabilizadoras que llevábamos. (Mientras hacíamos estas elucubraciones, no podía dejar de acordarme de mí mismo, 48 horas antes en casa, con el blíster de pastillas potabilizadoras en la mano, preguntándome si no estaba siendo demasiado exagerado).

Comenzamos, pues, con una buena dosis de confianza que se vio efímeramente empañada por algún error en las intersecciones de caminos. Afortunadamente, aquella zona no era el laberinto de los montes de Fuertescusa de la primera jornada y, rápidamente deshicimos el entuerto y tomamos el Camino de las Vaquerizas. Eso sí: ni la Fuente de los Arenales ni la Fuente de la Peguera tenían una gota de agua y, de hecho, al llegar a la altura de la segunda, y aunque habíamos ganado ya la franja de los 1500 msnm, el panorama era algo desolador, puesto atravesamos un auténtico páramo, producto, sin duda, de un reciente incendio que todavía dejaba su impronta.

Poco tiempo después, para nuestro alivio, el camino se tornó ligeramente favorable y nos adentró en una veguilla que nos conduciría, de nuevo entre vegetación, al Refugio de las Vaquerizas. Este refugio es, actualmente, de titularidad privada, (como bien se explica en el magnífico blog Magia Serrana, sitio donde podréis encontrar información muy útil sobre la zona), así que estuvimos un rato investigando si la llamada Fuente de las Vaquerizas se encontraba dentro o no del recinto vallado donde se ubicaba el refugio, llegando a la conclusión de que debía estar dentro. Nuestros áridos gaznates nos tentaron a allanar la propiedad privada en busca del objeto de nuestro deseo, pero desistimos, finalmente, convencidos de que no podía quedar tanto hasta encontrar un punto de abastecimiento que no nos pusiera en esas tesituras.

Apenas 1300 m después del refugio salimos a la Carretera de Valquemado, que tomamos en dirección Poyatos. La carretera no desciende inmediatamente buscando el río Escabas sino que, de hecho, tiene unos 1200 metros en ligera subida hasta volver prácticamente a los 1450 msnm. Una vez aquí, por fin, comenzamos el descenso de casi 6 kms al -6% en un excelente firme. Una bajada bonita y sin peligro, dado que a pesar de la estrechura de la calzada, ésta tiene buena visibilidad y el tráfico es muy escaso. Tras cruzarnos, primero con un ciervo y después con el que estábamos convencidos de que era José Herrada, el corredor profesional del Cofidis, en una revuelta apareció, no obstante, la mayor de nuestras alegrías: la Fuente del Barranco del Lobo (km 17 de nuestro ruta). Allí estuvimos un rato, bebiendo en abundancia, recargando nuestros bidones y mochilas de hidratación, y haciendo un pequeño almuerzo a base de frutos secos y barritas. Las cosas empezaban a enderezarse: si el puerto se nos daba bien, podíamos estar en torno a las 13 horas en Las Majadas, recuperando así parte de lo perdido en la jornada anterior.

Fuente del Barranco del Lobo. Amplias sonrisas ya


Reemprendimos el descenso y, una vez abajo, decidimos prescindir de la zona recreativa Los Lagunillos, teniendo ya nuestras reservas hídricas al máximo. A partir de aquí comenzaría la gran dificultad montañosa del día: algo más de 11 kms a algo menos del 3%. Vistos ahora los números, no parece algo demasiado exigente, pero servidor tenía grabado a fuego aquella subida desde Donde nacen los ríos, en la que sufrí como un perro (como un perro solitario). En esta ocasión, sin embargo, las cosas fueron bien distintas. Tras una primeras rampas, muy cortas, al 10 e incluso al 12%, el puerto se pone muy tendido y ahí logramos coger una marcheta no del todo asfixiante pero productiva que nos permitió coronar en Las Peñuelas en torno a las 13 horas y un rato después presentarnos ya en el restaurante en las Majadas. Tan prematuros fuimos que, a la llegada, todavía no estaban sirviendo el menú, así que decidimos estirar un poco nuestras piernas, llamar a la familia, tomarnos unas cuantas cervezas, socializar con los parroquianos del restaurante y, en definitiva, relajarnos. Había motivos para ello: después de 36 kms, habíamos recuperado terreno y superado nuestros problemas de abastecimiento de agua. Sin embargo, aún nos quedaban otros 49 kms si queríamos finalizar allí donde lo habíamos diseñado en un principio (en las inmediaciones de Vega del Codorno). Tocaba hacer un análisis realista de las fuerzas, el terreno y el tiempo disponible y, tras éste, convinimos en que pernoctar aquella noche en el Refugio Tragacete, a unos 39 kms de la localidad de donde nos encontrábamos, ya suponía una gesta más que notable.

Coronando en Las Peñuelas. Nada que ver con la anterior ocasión





Abandonamos el Restaurante Casa Raquel después de haber comido muy bien, si bien, en mi caso, evitando el atiborramiento, las salsas y los alimentos demasiado especiados (la sombra de aquella infausta etapa, desmesurada en todo, seguía siendo muy alargada, jeje). Por supuesto, la visita a Los Callejones de las Majadas fue obligada, por más que aun quedaran bastantes kms por cubrir. Tras el paseo por el museo pétreo, volvimos al asfalto, rodando durante unos 6 kms por un terreno ondulado, muy disfrutón, en medio de un bosque algo más ralo y joven con respecto al de la primera parte de la etapa, donde no nos encontramos con ningún coche y sí alguna vaca. Posteriormente a este tramo, se acometen algo más de 6,5 kms en suave subida (2,5%) hasta coronar en la Ceja de la Muela, donde se abre un hermosísimo valle por el que discurre el Arroyo Valduérguina.

Los Callejones de las Majadas


Toro reencontrándose con la family mientras coronaba la Ceja de la Muela


Valle del Arroyo Valduérguina

La bajada al valle son apenas 2,5 kms que hubiéramos cubierto es un momento si no fuera porque a mitad de bajada aprovechamos para volver a rellenar agua en la Fuente del Pino. "Si no es así, ya no encontraréis agua hasta el mismo Refugio Tragacete. Está el monte seco que da pena", fue la lacónica recomendación que nos dio un joven de la zona con el que entablamos conversación en el restaurante, mientras cerveceábamos.

Abajo del todo, en el mismo lecho del valle, hay una intersección: a la derecha, Uña; a la izquierda, nuestra ruta, en dirección al Refugio Alconera y, luego, el Refugio Tragacete. La carretera, en un principio, era tal cual la describió nuestro espontáneo informante: "buena, con un montón de baches", aunque poco a poco se desintegraba el asfalto para dar paso a un firme de tierra compactada en un tendencia mínima, pero ascendente. Poco después, en el km 60,4 de nuestra ruta, decidimos, al poco de pasar por la Fuente Cañada del Mostajo (seca, como tantas otras), abandonar la buena pista por un camino de peor firme a nuestra izquierda que ascendía a la Loma Atravesada, bajo la cual nace el Río Escabas. Se trataba de un pequeño atajo, ya que esa pista buena es la que nos llevaría a ambos refugios. Por este atajo, sin embargo, una vez ganada la Loma Atravesada, se descendía por un caminete a ratos "algo trialero" -coincidía, sin duda, con el curso de una pequeña rambla- enseguida al Refugio de la Alconera. A esas alturas yo me encontraba exultante: por un lado, la etapa estaba siendo bellísima, metidos casi siempre por bosque, rodando por superficies muy variadas pero siempre cómodas para el peso que transportábamos. Lo mismo se podía decir de los desniveles, menos extremos que los del primer día. Por otro lado, íbamos recuperando terreno, solventando nuestros problemas de abastecimiento de agua y dosificando bien la batería de los móviles. Y por si fuera poco, me iba encontrando cada vez más fuerte. Las dudas del primer día habían desaparecido y me sentía poderoso para continuar incluso más allá del Refugio Tragacete si hubiera sido necesario. Con estos pensamientos en la cabeza, claro, acometí el repecho a la Loma Atravesada bastante encendido. Toro iba detrás y, por contra, él no parecía tan fino como en la jornada anterior o bien las cervezas y el cordero no le habían sentado tan bien. No me extrañó, por tanto, los 10 ó 20 m de distancia que le cogí. Sin embargo, un poco más allá, volví a girar la cabeza y lo divisé, ya a un centenar de metros, desmontado de la bici y observando la parte trasera de la misma. El repecho no tenía tanto entidad para eso. Malo. Al llegar a su altura, se confirmaba el peor de los temores: el portaequipajes no había aguantado más. No, no es que hubiera saltado algún tornillo de los que lo anclan al tirante de la rueda trasera -como nos ocurriera en el Tour of Scotland-, era más grave: una de las patas que enganchan al eje de la rueda se había partido. Todas las alarmas se encendieron. Afortunadamente, Toro, que se ha visto en mil situaciones de estas, puesto que él sí es un auténtico "trotamundos del alforjeo", improvisó una solución momentánea con unas bridas. El porta parecía aguantar, y así rodamos con mucha cautela por aquel tramo regulero hasta llegar al Refugio Alconera. Allí entendimos que era el momento de reforzar la ñapa con hilo de freno, parar y repensar, de nuevo, el resto de ruta por acometer.


Benditas bridas



Y ahora, ¿qué? ¿cómo rediseñamos esto?

Ciertamente, una avería de tal envergadura te provoca, aunque sea a escala mínima, un pequeño proceso de duelo. En efecto, hubo negación ("¿cómo es posible? ¡Ayer rodamos por sitios infinitamente peores y se rompe justo ahora!"), ira ("¡hay que joderse!), miedo ("¿ahora cómo cojones lo hacemos? no podemos continuar con el porta roto con todo el terreno de caminos que queda por delante"), depresión o autoinculpación ("¡si es que no se puede rodar con tanto peso atrás; o nos tiramos al bike packing o esto no tiene sentido!") y, finalmente, la aceptación, que consistió en pernoctar allí mismo y  reemprender la marcha al día siguiente, rodando por caminos sólo lo estrictamente necesario y acortando obligatoriamente la tercera etapa. Aún así, saldrían casi 15 kms de caminos (que parecían de cierta entidad, así que cruzamos los dedos para que eso significara que también eran de buen firme) y más de 53 travesía.

La fuente del Refugio de la Alconera, tal y como nos había advertido nuestro amigo de las cervezas (¡qué lejano parecía ya ese momento!), también estaba estéril y, el refugio en sí, sin estar sucio, tampoco era de lo más acogedor. Todo ello, sumado a que la cabaña ya tenía un morador, hizo que, finalmente, volviéramos a acampar esta vez en un prado a unos centenares de metros del refugio y a la misma distancia de unos chopos. Después de dos días de sudoración ostensible, apareció el pequeñoburgués que llevo dentro y sentí la necesidad de, si no darme una ducha como tal, sí, al menos, lavarme un poco la cara, sobaquera y huevada, de modo que decidí adentrarme en aquellos chopos que parecían estar muy lozanos como para que no recibieran nada de agua. Mi fe tuvo premio y encontré un caño con un hilo de agua; Dios aprieta pero no ahoga.


Una vez aseados y comidos, las cosas, como ocurre siempre, se ven de otra manera. El chico que iba a pernoctar en el refugio era otro biker, éste solitario, que realizaba la relativamente famosa Ruta de las Montañas Vacías con bicicleta de gravel. Poco después, ya en las tiendas, Toro y el que escribe nos reíamos de la conversación que habíamos tenido con él un rato antes porque, si bien nosotros maldecíamos de nuestro estilo, esto es, bicicletas de montaña de toda la vida con la rueda trasera soportando todo el peso de las alfojas, él lo hacía de su bicicleta de gravel con bike packing (esas pequeñas mochilitas que aprovechan el cuadro y otros elementos para repartir el peso), aunque no tanto por los bultos del bike packing sino, más bien, por la falta de amortiguación. Recuerdo que el colega estaba tan cruzado que llegó a hablar del "camelo del gravel" para este tipo de recorridos. Yo no he tenido nunca bicicleta de gravel, así que es poco lo que puedo aportar a este inagotable debate, pero lo que queda claro es que unas alfojas traseras como las que yo llevé, con casi 14 kgs de peso, están casi en el límite de lo aconsejable para un recorrido así, por más que el fabricante asegure que aguantan hasta 25 kgs. Y si no, a los hechos me remito.

Últimos rayos de luz para plantar la tienda en las inmediaciones del Refugio de La Alconera

ETAPA 3. INMEDIACIONES DEL REFUGIO DE LA ALCONERA - CAÑAMARES.


  

La mañana del último día de nuestra pequeña travesía resultó fresca, por no decir fría de cojones. A decir verdad, yo ya lo había notado en la tienda: aquella noche me costó conciliar el sueño dentro de un saco que no acababa de alcanzar una temperatura confortable. Desde luego, no se me olvida que ha llegado el momento de renovar saco. En el desayuno, no obstante, nos mostrábamos mucho más animados con respecto a la tarde anterior, fundamentalmente porque nuestro amigo de la gravel (que precisamente en esos momentos parecía poner fin a su calvario, puesto que ataba la bici al remolque de un 4x4 que había acudido hasta allí) nos había informado que todo el recorrido por caminos de tierra que habíamos rediseñado lo había realizado él -dado que forma parte del track 3 (Serranía de Cuenca) de la citada ruta de Montañas Vacías- y era igual de bueno que la pista del día anterior. "Este último tramo [que he hecho] no es, desde luego, de los peores", sentenció con un poso de amargura.

Y ciertamente, así fue: rodamos unos primeros 8,5 kms por un firme de tierra compactada excelente en medio de la Sierra de Tragacete, ondulado aunque siempre con tendencia ascendente, a un 2,7% de media; perfecto para entrar en calor pero ir haciendo camino. Coronamos al ganar el Colladillo Seco, acariciando los 1700 msnm. Desde allí hasta el Refugio Tragacete habrá unos 6 kms, así que la etapa anterior, tal y como la concebimos tras la comida, sí se nos podría haber hecho un poco larga.

Repechos en busca del Colladillo Seco. Sierra Tragacete

En el bosque, a solas con nuestro esfuerzo

Tras llegar al techo de nuestra etapa y travesía, siguieron 3,4 kms en descenso por el mismo camino para, en el km 11,8 de nuestra ruta, torcer a mano izquierda por otra pista, también en muy buen estado aunque con algún tramo de arena en el Barranco de las Colmenas que, con las burras lanzadas del descenso, implicó algo de riesgo. Esta segunda pista, de unos 3 kms desde que dejamos la anterior, desemboca, de nuevo en la Carretera de Valquemado, por la que repetiríamos el descenso hasta el Albergue Tejadillos. Este hecho, el repetir un tramo del recorrido -por más que este descenso por carretera sea una gozada- suponía un buen mordisco al kilometraje y recorrido por caminos original, pero también el obligatorio sacrificio si no queríamos comprometer la aventura por completo. Y es que uno imagina una ruta en el confort de su casa: unos determinados kilómetros, unos determinados caminos, unos sitios para la pernocta, etc., pero luego la montaña, la climatología, los puntos de agua, tu forma física (que generalmente siempre es peor de lo que pensabas) o las averías te va poniendo en tu sitio. El hombre propone y la aventura dispone, y a este claro axioma que se revelaba una vez más conviene no oponerse.

El tramo que compartimos, empero, es de sólo 7 kms, hasta alcanzar las Casas de Tejadillos. Una vez aquí, giramos a la derecha para rodar junto al Escabas de nuevo, pero en esta ocasión siguiendo su curso en lugar de remontarlo. Esta vía es, quizás, un pelín más ancha que la Carretera de Valquemado, pero, no obstante, muy bonita, con vistas en todo momento al río y que nos conduciría en un suave descenso de 8,5 kms a la CUV-9031. Esta nueva carretera la tomamos en dirección Fuertescusa y ya no la dejaríamos hasta conectar con la CM-210, ya en las inmediaciones de Cañamares, nuestro destino final. La CUV-9031, desde donde accedimos, tiene un poco el mismo aspecto que la que traíamos: una bonita carretera junto al río, sin dificultad en lo ciclístico, hasta llegar al km 40 de nuestra ruta. En ese momento, el río se desparrama por un valle más abierto en un paraje conocido como La Sernilla y la carretera se encarama, ladera arriba, ofreciendo unas vistas al valle hermosísimas. Si bien en cierto que, de haber continuado con el porta en buen estado hubiéramos rodado por los caminos que se dibujaban a la vera del río, el puertecete (2 kms a poco más del 5%) nos brindó un pequeño reto físico y, sobre todo, unas fotos chulas donde se nota que la preocupación ya había sido superada.

Haciendo el gili


Y otra más sobria

Superamos esta última dificultad montañosa en torno a las 12 horas (algo que no habíamos anticipado ni en la mejor de nuestras previsiones) debido, fundamentalmente, a que el apaño del porta había aguantado bien y no había hecho falta ajustarla en ningún momento, y a que por carretera, admitámoslo, se avanza muchísimo más fácil. Así las cosas, decidimos, en las postrimerías de nuestra travesía, retornar al hedonismo y devolverle a nuestros ya algo ajados cuerpecicos las recompensas prometidas: bañito en el Escabas, el río que había dominado casi toda la ruta, y comilona en Fuertescusa antes de reemprender la vuelta en coche con una sonrisa de oreja a oreja y la sensación de haber pasado 3 días cojonudos.

Misión cumplida





lunes, 25 de mayo de 2020

DE LA MAR BLAVA A LA FONT ROJA. MAR Y MONTAÑA DE CICLOTURISMO

INTRODUCCIÓN

Que el disfrute de un viaje depende, en gran medida, de las expectativas que uno tenga, es una verdad como un templo. Hoy os voy a relatar una escapadita de sólo dos jornadas que realicé a finales de noviembre de 2018. Algo para quitarme el gusanillo que, no obstante, resultó ser mucho más bonito de lo que hubiera imaginado, aparte de bastante exigente.

Naturalmente, dadas las fechas y lo corta de la travesía, no tenía sentido cargar en esta ocasión con la tienda de campaña, por muy "ultraligera" que esta sea. Por similares razones, tampoco cargué en esta ocasión con el hornillo y, cuando no comí en un bar, lo hice a base de latillas de conserva y embutido.

Lo primero que tenía claro es que, disponiendo únicamente de dos días, no me apetecía montar el tinglado del portabicicletas en el coche que, además, me obligaba a una ruta circular. Por otro lado, tenía ganas de explorar la bética alicantina (especialmente la Sierra de Aitana) y también le tenía ganas al Parque Natural de la Font Roja y a esa carretera mágica hacia el santuario desde el cual hay una preciosa estampa de la Foia d'Alcoi [en adelante, usaré siempre la toponimia en valenciano y en cursiva para no liarnos].

Con estos mimbres, lo más razonable consistía en coger el cercanías hasta Gandia y realizar la travesía, finalizando en Alcoi, para retornar a Valencia con el tren regional. Como bien sabréis, en los trenes de cercanías no hay en la práctica ninguna restricción para subir la bici. En el regional tampoco me la pusieron, pero como Renfe cambia de tanto en tanto de criterio, yo os recomendaría que os informarais previamente. 

Quizás algun@ os hayáis preguntado si no hubiera sido mejor hacerlo justamente al revés: empezar el Alcoi y acabar en Gandia, ahorrándome así más de 600 metros de desnivel acumulado, que es la altura sobre el nivel del mar a la que se sitúa este importante municipio alicantino. Si me habéis leído en otras entradas, no obstante, ya conocéis mi vena masoquista -ese rollo de que en la bici sólo se disfruta cuando se sufre y blablabla (jajaj)-, pero, lo que más pesó en este caso es que, dado los pocos trenes con destino Alcoi que parten desde Valencia, pudiera perder el de la mañana y me pasara algo similar al arranque de Donde nacen los ríos. A pesar de lo que luego experimenté (o precisamente por eso), creo la decisión fue un acierto.

Habrá incluso quien se pregunte, sobre todo si no es valencian@, por qué, si el principal atractivo de la travesía era alcanzar la prebética alicantina desde la costa, no haber comenzado en un pueblo más meridional y cercano a esa sierra. Pues bien, simplemente porque no hay una línea férrea costera, por más sorprendente que parezca, entre Gandia y Benidorm; de forma que si uno quiere acceder en transporte público, desde Valencia, a, por ejemplo, Dénia o Xàbia (junto al Montgó, una de las últimas estribaciones de le prebética alicantina) debe hacerlo bien en autobús, bien dando un rodeo que consiste en ir hasta Alicante con la Renfe para allí coger el Tram d'Alacant. Esto último, acaba siendo una gymkana agotadora, que ni el ferroca con más vocación -del que me siento muy lejos- aguantaría. Y lo primero, el viajar en autobús, obliga, sin embargo, a meter la bici en una caja de cartón, algo que, desde el Tour of Scotland, también prefiero evitar cuando sea posible.

Sea como fuere, la cosa quedó tal que así:

ETAPA 1. GANDIA - GUADALEST

Análisis Wikiloc

Con un índice IBP de 111, más de 1700 m de desnivel acumulado y dos grandes ascensiones (más otras dos menores), la etapa tuvo bastante exigencia física. Rodé por todo tipo de superficies: caminos de tierra, carril bici/vía verde, pistas hormigonadas y, mayoritariamente, asfalto. No obstante, cuando lo hice por este último fue siempre por carreteras con poco tráfico y, algunas, con el ancho y el encanto que tanto me hacen disfrutar.


En la estación de Cercanías de Gandia. Más ligero que en otras ocasiones

Comencé la etapa desde la estación de cercanías de Gandia a eso de las 10:15 horas. Tomando dirección S, no es difícil orientarse y, enseguida, uno encuentra un puente peatonal y cicloturista paralelo a otro por donde circula el tráfico rodado. A partir de ahí no hay más que seguir por la Vía Verde de la Safor. Las llamadas "vías verdes", aclaración para el/la profan@, son antiguos trazados ferroviarios que se han recuperado para el paseo y el cicloturismo, y esto requiere un pequeño inciso de historia ferroviaria que completará lo que hemos comentado un poco más arriba. Hasta 1969, Gandia y Dénia sí estaban conectadas por ferrocarril, sólo que éste era de vía estrecha (1000 mm, frente a los 1668 mm que utiliza Renfe). Las vías se levantaron en 1974 con la promesa de que la línea de Renfe de Gandia se prolongaría hasta la capital de la Marina Alta, aprovechando este trazado. La promesa, claro, fue incumplida, y después de mucho tiempo sólo se pudo recuperar un tramo (entre Gandia y Oliva) como vía verde. Si queréis saber más sobre este desdichado ferrocarril, os recomiendo el magnífico blog "Historias del Tren".

La Vía Verde de la Safor es una delicia, absolutamente plana, entre naranjos, paralela a la N-332, que finaliza, como decimos, al alcanzar Oliva. Desde aquí, continué en la misma dirección por el Camí vell de Dénia para, al poco de superar el resort de golf "Oliva Nova", girar a la derecha y tomar la CV-678 en dirección Pego. Si examinais el track con detalle, os daréis cuenta de que hice una primera intentona de coger esta carretera sin tocar un metro de la N-332, que tiene el triste honor de ser una de las carreteras con mayor número de cicloturistas accidentados. No hay, empero, otra alternativa a coger la nacional para, eso sí, 300 m más allá torcer ya a la carretera en dirección Pego.

Nada más enganchar la CV-678, viene un puente que salva la autopista y, al bajar, ya podemos considerar que estamos en el Parc Natural de la Marjal de Pego-Oliva, primero de los espacios naturales apuntados en la lista que llevábamos desde Valencia. Este humedal me daría la bienvenida a la provincia de Alicante, y la estampa de los carrizales con las sierras Mostalla, Migdia y Segària de fondo me puso ya de lo más contento después de 20 km de planicie.

Tras un breve almuerzo por las huertas de Pego, reemprendí la marcha dispuesto a afrontar la primera gran ascensión de la jornada: el Port de la Vall d'Ebo. Éste comienza justo al abandonar el municipio pegolino por el S y tomar la CV-712 en dirección a la Vall d'Ebo. Son casi 8 kms de ascensión con un 6% de media. Lo bueno es que lo más fastidiado está al principio, en los primeros 3 kms, con rampas del 11 y hasta del 13%. En el km 3, como digo, hay un falso llano ideal para recuperar, y los últimos 4 kms son mucho más tendidos que el primer tramo. Lamentablemente, el fuego se ha cebado varias veces con estos montes en los últimos años y, aunque es cierto que, ante la ausencia de vegetación, uno puede ir divisando en todo momento la línea de costa, a mí me da bastante mal rollo ascender por montañas tan peladas. Por lo demás, la carretera tiene todo para el disfrute cicloturista: dureza, buen firme y amplitud, si no ideal, correcta.


Panorámica del puerto, una vez superadas las rampas más duras

En el km 35,8 de nuestra ruta coronaba el puerto, dejando a mi izquierda un montón de senderos locales y que constituyen uno de los paraísos senderistas de la provincia de Alicante. Desde ese punto, hay un suave descenso de 3 km hasta la Vall d'Ebo, donde abandonaría la CV-712 para dirigirme en dirección al polideportivo del pueblo. Justo entre el polideportivo y el camping sale el carrer de Tita Albir que, en esencia, es una pista forestal asfaltalda que remonta el valle entre la Serra de la Carrasca y la Serra del Sireret. La solitaria pista, por cierto, la estaban arreglando y pude disfrutar de un asfalto casi virgen en un gran tramo. A pesar de ello, recuerdo que cubrir los primeros 4 km, que eran ascendentes con un desnivel rozando el 5% y un ligero viento en contra, me obligó a un esfuerzo con el que no había contado. 

No obstante, una vez coronado el paraje conocido como Tarrenyes, la pista busca el lecho del Barranc Malafi para conducirnos en suave descenso al Pla de Petracos. El paisaje había mejorado progresivamente y esta zona ya tiene más pinos e incluso alguna carrasca, además del aliciente de unas pinturas rupestres. 


Algún punto de la pista forestal asfaltada, una vez ganado Tarrenyes y en busca del Barranc Malafi

La hermosa pista forestal desembocó, en el km 49,1 de nuestra ruta, en la CV-720, que tomé en dirección Castell de Castells. Para aquel entonces, los montes ya habían recuperado su manto vegetal, aunque, en contraprestación, esta nueva carretera era, de tan buena, algo aburrida. Ese punto de la ruta hubiera sido el momento ideal para comer, pero no encontré ningún apartadero mínimamente atractivo para ello y lo postergué hasta la entrada a Castell de Castells, donde, finalmente, junto al antiguo lavadero y bajo un cielo azul con cúmulos, di cuenta de mis sardinillas en escabeche, queso, frutos secos y alguna cosa más. Muy bonito, aunque quizás no fuera la mejor de las decisiones.


Paradita para comer, en Castell de Castells

Y es que la segunda gran ascensión de la jornada no se hizo esperar. Al reemprender la marcha, crucé el pueblo de N a S para coger, en cuanto acabaron las casas, la CV-752 en dirección Tàrbena. Nuestra ruta continuó por la siguiente salida a la derecha tras la del polideportivo: una empinada pista de hormigón rayado que constituye el inicio del Portet de Castells. Serían sólo 3,7 kms, pero, con un 9% de desnivel medio y rampas de hasta el 16%, aquello se hizo muy, muy largo. Hubo tiempo, por tanto, para recordar esos consejos de los deportistas de alto nivel de comer tres horas antes del ejercicio físico. Y es que ajustar el ritmo cardíaco para poder afrontar ese esfuerzo y no echar las papas en el intento no fue fácil y -como imaginareis- los pocos momentos de cierta tregua fueron para maldecir el escabeche que me repetía y mi sensible tracto intestinal. A pesar de todo este sufrimiento, debo decir que la subida es preciosa; después de un primer zigzagueo en hormigón, el camino de tierra remonta el Barranc del Beato a través de una pinada formidable, en una de esas ascensiones de BTT que son al mismo tiempo un calvario y un chute de serotonina. Al coronar, a 850 msnm, las vistas sobre el valle y embalse de Guadalest y la Serra Aitana son preciosas. Lamentablemente, no os puedo colgar aquí ninguna foto, porque el sol daba de frente y no pude obtener ninguna instantánea con un mínimo de calidad, pero os aseguro que merece la pena.

La vertiente norte del Portet de Castells es más empinada que la norte (3,8 km al -12%), y prueba de ello es que toda ella está hormigonada. Con prudencia, por tanto, descendí hasta abandonar el hormigón, punto exacto donde aparece una carreterita preciosa a la izquierda con la indicación a la "Presa de Guadalest". Con pequeños toboganes, la tendencia en ese tramo sería todavía favorable hasta acceder al mismo muro de la presa.




Después de la foto de rigor en el muro de la presa del embalse de Gaudalest y de explicarles la minitravesía a unos holandeses que, aparentemente aficionados al cicloturismo, "lo estaban flipando" con las "mountains of Alicante", sólo quedaba cubrir el tramo hasta el hotelito donde me alojaría aquella noche. Desde el embalse hasta el pueblo, no obstante, hay casi 4 kms con una pendiente cercana al 5%. Comoquiera que llevaba ya un montón de esfuerzos, y que me había recreado más de la cuenta en el embalse y me había quedado algo frío, ese tramo se me atragantó más de lo esperado. En cualquier caso, a las 17:30 estaba ya dejando mis alforjas en el hotel "El Tossal", donde me trataron de maravilla.

Guadalest, a escasos 17 kms en línea recta de Benidorm, es un pueblo precioso de origen medieval, con un castillo encaramado en un risco, un pasadizo excavado en la roca para acceder al mismo y un buen puñado de museos. De todo ello había inferido que la oferta de restauración no sería un problema en el pueblo. Pues bien, una vez más me equivoqué. En un día entre semana de temporaba baja como era aquél, sólo pude encontrar un extraño bar: el "Elefante Rosa", mezcla de bar y pub inglés con una decoración desconcertante en el que, no obstante, el dueño resultó ser de lo más amable y accedió a ofrecerme algo de cenar, a pesar de ser el único cliente y de que eran ya las 21 horas, momento del día en el que ya no esperaba a ningún posible guiri despistado.


ETAPA 2. GUADALEST - ALCOI

Análisis Wikiloc

Etapa de similares características, en lo ciclístico, a la de la jornada anterior: Por encima de los 65 kms, 1700 m de desnivel positivo, todo tipo de superficies y dos grandes ascensiones: en este caso, la subida a La Font de l'Arbre y la subida al Santuari de la Font Roja.

Después de un gran desayuno en el hotel donde había pernoctado, salí con energías menos renovadas de lo que me hubiera gustado, a pesar de que había dormido estupendamente. El día estaba algo desapacible, con viento e intervalos de nubes amenazantes de agua. Todo apuntaba a que iba a encarar otra etapa muy sufrida, puesto que ya en la primera parte del recorrido, que consistía simplemente coger la CV-70 en dirección Confrides remontando así la vall de Guadalest, el suave viento en contra y la ligera pendiente desfavorable me hicieron avanzar muy lentamente. La carretera, por cierto, es amplia y, no obstante, muy bonita, y ofrece estampas espectaculares del valle.


Nubes y claros en al valle de Guadalest
Alcanzado Confrides, daría comienzo la primera gran ascensión de la jornada: la subida al paraje conocido como La Font de l'Arbre. Se trata de 6 kms al 7% de desnivel, siendo los primeros 3 kms terribles, con una pendiente media cercana al 11% en un asfalto rugoso y a tramos roto. La sensación que tuve es que el viento arreciaba, racheado por momentos, y un par de nubes descargaron algo de agua. Sólo la marcha tonta y un enorme acto de voluntad hicieron que no pusiera pie a tierra y la escena, sin llegar a ser dramática, ya era digna de pronunciar las viejas palabras: "¡¡Qué duro es este deporte, Pedro!!".


Merendero en La Font de l'Arbre

Justo al alcanzar La Font de l'Arbre comenzaría uno de los tramos de tierra que tenía la etapa: una pista de excelente firme que me condujo por un altiplano en la franja de los 1100 msnm con unas vistas espectaculares a Alcoleja, Ares del Bosque y Benasau. Después de 3 kms, volvió el asfalto de grano grueso y roto para, en franco descenso ya, dejarme en la CV-770 a pocos metros del cartel del Port de Tudons y la intersección con la CV-785, que cogí en dirección Penáguila. Desde la intersección, en apenas 2,6 kms (en el 23,4 de nuestra ruta), abandonaba esta bonita carretera para tomar un camino algo pedregoso que desembocó en apenas km y medio en una pista forestal asfaltada preciosa que, en las faldas del pico La Redona, ofrece una vista preciosa sobre el Barranc de la Canaleta. Además, a esas alturas de la etapa, las nubes negras ya se habían retirado y el viento parecía soplar con menos fuerza

Al cabo de 7 kms de pista forestal asfaltada, ésta conduce a la CV-780 que, en buena lógica, me habría conducido por suave aunque sinuoso descenso hasta Benifallim. Aquí cometí, sin embargo, el error de quererle meter una senda al trazado que, por su firme y por la carga que llevaba, era casi imposible de ciclar sin asumir mucho riesgo de hostión y de comprometer el material. Tras bajar de la burra en un par de ocasiones por prudencia, finalmente, me lié la manta a la cabeza y, cuando ya estaba ganando confianza y había recorrido unos centenares de metros, un árbol caído me obligó a apearme de nuevo y superarlo pasando la bici el volandas. Fue la única "liadita" de la travesía y no me quejo, porque siempre es fácil caer en la -llamémosle- "trampa del betetero que todos llevamos dentro" y más cuando trazas un recorrido en el ordenador de tu casa, con la consiguiente flipada.




Tras almorzar en un bonito jardín cercano al cementerio del municipio de Benifallim, reemprendí la marcha por la CV-785 en dirección a Alcoi, una carretera que deja a la izquierda la Serra dels Plans y a su derecha campos de almendros y frutales en una suave tendencia ascendente. En el km 39,8 abandoné la carretera para afrontar un breve tramo de camino, en busca de la Via Verde d'Alcoi, que finalmente enganché en el km 42,5 de nuestra ruta. Esta vía verde, vestigio de lo que otrora fuera el trazado del ferrocarril Alcoi-Alacant (diseñado para tratar de dar salida al mar a los productos textiles de la capital de l'Alcoià), es un precioso recorrido de 10 kms con 10 túneles y 3 viaductos. La vía verde, muy disfrutada por l@s alcoyan@s, se encuentra en buen estado y, en el sentido que la cogí (N), será siempre muy favorable, pero hay algún túnel sin iluminación, así que acordaos de llevar un frontal o linterna para bicicleta.




La tendencia descendente y la cantidad de túneles de la vía verde obliga, asimismo, a estar al tanto para abandonarla justo en el momento adecuado para enlazar con la CV-797, que se encuentra en un nivel superior al antiguo trazado ferroviario. Esta vez, afortunadamente, mi track dibujado se ajustó perfectamente a la geografía real y por un caminete mejor de lo esperado accedí sin problemas a la carretera. A partir de aquí comenzaría la última ascensión del día y la travesía que me conduciría, además, al segundo parque natural de la lista: la subida al Santuari de la Font Roja. El puerto, de 7,4 kms, es muy tendido en sus primeros 4 kms, siendo los últimos 3,4 más empinados. Exactamente, un 7,5% de desnivel en este segundo tramo que, después de los dos días de paliza, se hicieron duros de roer. Con más voluntad que fuerzas, por tanto, alcanzaba finalmente el santuario casi a las 15:30.


La Foia d'Alcoi, desde el Santuari de la Font Roja

Para cubrir el tramo final hasta Alcoi, decidí coger la carretera de Les Llacunes a la izquierda, en el km 57,7 de nuestra ruta. Sólo 2,2 kms después y por la razón de siempre de escamotear algún kilómetro de asfalto, tomé un camino a la derecha, bastante betetero pero completamente ciclable, que va a buscar el lecho del Riu Polop y que, entre chopos, fue un auténtico regocijo. Junto al puente de las Siete Lunas, lugar donde uno tiene otra panorámica diferente de la Foia d'Alcoi, apuré las últimas latillas de conserva y fuet que me quedaban y, de nuevo por la vía verde, accedí a Alcoi para ir a buscar la estación de ferrocarril.

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Ya que en esta entrada hemos hablado un poco de trenes, no quisiera dejar de comentar el estado de abandono en que se encuentra la línea València - Alcoi. La que en tiempos de la Revolución Industrial fuera una de las ciudades más importates de la Comunidad Valenciana y aún hoy la duodécima en población, cuenta con un solo tren diario a Valencia cuando escribo esto (cuando hice la travesía, juraría que dos), que transitan por unas vías sin ningún mantenimiento y que tarda en cubrir los 110 kms que separan ambas localidades más de 2 horas; es decir, unos 20' menos que cuando se inauguró la línea, a principios de siglo XX. Por supuesto, no hay personal en la antigua estación y el edificio de la misma está ruinoso hasta tal punto de que no tiene ni puertas. Es bastante indignante como, detrás de los fuegos de artificio de la alta velocidad, Renfe está dejando morir su red de media distancia, que es la que verdaderamente vertebra el territorio. Todo nuestro apoyo y solidaridad, por tanto, con la gente de Salvem el tren

Así pues, y aunque el convoy tenía programada la salida en torno a las 16:15 horas, en aquella gélida sala de espera se me hizo de noche esperando al maldito tren, que llegó con dos horas de retraso. Finalmente, casi a las 21 horas llegaba hambriento a Valencia, teniendo todavía que cubrir el trayecto a Paiporta en bicicleta. Confieso que ese broche final de adversidad, cortesía de Renfe, no lo esperaba.







jueves, 7 de mayo de 2020

"DONDE NACEN LOS RÍOS" TOUR. CABALGANDO EN SOLITARIO

INTROUDUCCIÓN

Por fin tengo tiempo -gentileza del confinamiento por la pandemia del covid-19-, para relataros otra incursión mayoritariamente conquense, aunque también turolense y guadalajareña que realicé hace unos años.Con una situación geográfica similar al "Universal Mounts Tour", la experiencia fue completamente diferente debido, principalmente, a las condiciones meteorológicas y al hecho de realizar la travesía en solitario. 

Corría el verano de 2016 y, por diferentes circunstancias, no podía disponer en esa ocasión de compañero/s de penurias. Me encontraba, o al menos eso pensaba, en buena forma y había fantaseado con una travesía que incluyera varias etapas de la transpirenaica, pero el hecho de afrontar por primera vez una travesía en solitario me hizo ser cauto y diseñar algo menos exigente y, sobre todo, de menos días, no fuera a ser que, en la soledad, descubriera que no me aguantaba a mí mismo, jajaj.

Inspirado en parte en la Travesía del Sistema Ibérico en BTT, aproveché para visitar las cabeceras de los ríos Tajo, Turia y Cuervo y las curiosas formaciones geológicas de la Serranía de Cuenca (la Ciudad Encantada y los Callejones de las Majadas). Por aquello de amortizar mi tienda de campaña ultraligera, decidí tratar de pernoctar, en la medida de lo posible, en los campings de la zona. Esto no siempre fue posible y cuando lo fue se tradujo en etapas bastante desiguales -que, no obstante, disfruté bastante-, como ahora os detallaré. La cosa quedó tal que así:

ETAPA 1. CARBONERAS DE GUADAZAÓN - CAÑETE

Análisis wikiloc

Esta primera etapa, considerada de toma de contacto, fue, en realidad, algo improvisada. Mi intención primera era realizar una etapa bastante cañera tirando a epopéyica desde Cardenete, transitando de Cardenete a Villar del Humo por la carretera para, desde allí, por caminos, llegar hasta Pajaroncillo, por donde enlazaría con los últimos 18 kms. del recorrido que finalmente hice. Ahora sé, porque posteriormente -y sin alforjas- he hecho el trayecto de Villar del Humo a Pajaroncillo por pistas, que hubiera sido un suplicio, puesto que hay tramos muy rotos con un desnivel muy bestia. Nuevamente se cumple el viejo axioma de que las rutas se pintan muy fácilmente en el ordenador.

La razón de acortar la etapa, sin embargo, hay que buscarla en las primeras horas de la mañana de ese mismo día. Había dejado para ese momento la preparación de los bártulos y todo lo necesario para la travesía (como veis, la veteranía no siempre es un grado) para, una vez listo, coger el tren regional hasta Cardenete. De camino a la estación recordé que había olvidado el frontal y, aunque tuve el impulso de prescindir de él y continuar a la estación, finalmente retorné a casa, perdiendo con ello el tren de la mañana. Visto retrospectivamente, ese error y la consecuente etapa recortada, me ahorrarían bastante padecimiento, aunque es cierto que la primera etapa perdió mucho esplendor. El frontal, por cierto, también resultaría imprescindible.

Así pues, a las 18:30 comenzaba mi etapa y travesía. Nada reseñable por la que respecta al primer tramo de la misma, esto es, el trayecto por carretera desde Carboneras de Guadazaón hasta el desvío a Pajaroncillo. Al menos, eso sí, este tramo anodino me sirvió para pensar en un nombre evocativo para la travesía.

Una vez cogí el desvío a la izquierda hacia Pajaroncillo, la carreterita ya era de las que me gustan, remontando una ligera vaguada a la izquierda, donde se siembra cereal. En apenas un kilómetro apareció Pajaroncillo, que lo atravesé de sur a norte para, dejando ya el asfalto, coger lo que se conoce como el "Camino de la Fuente Sierra". El camino, en un principio, discurre por la misma vega por la que veníamos hacia Pajaroncillo. No siendo malo, requiere de cierta pericia y jugar con los desarrollos para "traccionar" bien, puesto que a veces resulta muy arenoso y a veces muy pedregoso. Un poco más allá, sobre el km 15 de nuestro recorrido, el mismo camino ya abandona definitivamente la vega y comienza a subir montaña arriba. Hay un primer tramo, de aproximadamente, 1,5 km., con un 6% de desnivel; luego, tras un pequeño descanso, otro tramo aún peor, de unos 2 km a una media del 10% y picos del 13 y 14% que me obligaron a poner pie a tierra para relajar musculatura y aminorar pulsaciones. El firme, empero, en toda esta subida es mejor que el que llevábamos abajo en el valle.


Pequeño descanso en el tramo duro de subida

El tramo duro acaba en un cruce de caminos, con una bonita vista a todo el Valle de Pajaroncillo, y ahí podríamos considerar que acaba el puerto. Un poco azorado ya por la hora (me había comprometido con el dueño del hostal a determinada hora), prescindí de la foto y proseguí otros 3 kms, entre los kms. 19 y 22 de nuestra ruta, en una zona de toboganes hasta que gané el Collado del Rento y bajé vertiginosamente por el barranco de Gorgogil (media del -9%). Advertiros que, al poco de comenzar el descenso, el carril empieza a tener asfalto, pero tan roto que no lo hace sino más peligroso.

Finalizado el descenso, se llega a un pequeño vallecito formado por la conjunción del Arroyo de Gogogil y el de Las Tres Fuentes; un sitio precioso, antesala de la Puerta de la Virgen, puerta sur de la muralla de Cañete.

Así pues, la primera etapa quedó con unos 28 kms., algo más de 500 metros de desnivel positivo y unos 17,5 kms de caminos (el 59% del total del recorrido). Desde luego, no fueron los 60 km con más de 1300 m positivos que calculo que hubieran completado la etapa original, pero, como toma de contacto, más que suficiente.


Pequeño vallecillo en las inmediaciones de Cañete, donde han aprovechado para hacer el campo de fútbol
Cañete, por cierto, uno de los municipios importantes de la Serranía Baja, es, además un pueblo amurallado bellísimo. Me resultó, sin embargo, curioso la poca cantidad de bares abiertos para cenar que, según algún lugareño que consulté, era debido a que las fiestas son, sobre todo, en Agosto y Septiembre, y, motivo por el cual -el de la falta de bares disponibles- tuve que cenar en el pequeño hotel de la localidad, que está situado en la otra punta del pueblo donde se encontraba mi alojamiento. Buena excusa para estirar las piernas. Falta me haría para lo que tenía por delante la siguiente jornada.


ETAPA 2. CAÑETE - CAMPING OREA


Con más de 1700 de metros de desnivel positivo (2000 según Wikiloc, que siempre es un poco más generoso), 82 de los 88 kms por caminos, más de 7 h y media dando pedales y un sol de justicia donde toda la jornada, resultaría la etapa reina de la travesía. 

Abandoné Cañete -menos temprano de lo que me hubiera gustado- para tomar dirección NO pero, para evitar en la medida de lo posible la carretera nacional, tomé un camino paralelo al Río Mayor del Molinillo. El camino, en un ligerísimo ascenso, resultó sumamente agradable, con buen firme y, en muchas ocasiones, a la sombra los chopos, cosa que ya se agradecía incluso a primera hora de la mañana. 

En el kilómetro 11,5 llegaría a Salinas del Manzano, donde tenía previsto aprovisionarme de fruta y alguna otra cosa fresca. Galletas, Nocilla, comida deshidratada, barritas energéticas y ese tipo de cosas ya tenía, pero había pensado que la fruta fresca sería bueno comprarla al día. No me imaginaba todavía que lo de la "España vaciada" no es ninguna hipérbole. 

Así pues, sin peso extra en mis alforjas, puesto que nada encontré abierto en Salinas del Manzano, afronté, al poco, la subida al conocido como "Camino de la Rocha", dejando ya la paralela de la nacional. Desde que uno toma el camino, en la carretera, hasta coronar, son 1300 metros con casi un 12% de desnivel. Una vez coronado, breve descanso para seguir ascendiendo aunque, afortunadamente, de manera más tendida. Adentrado ya en el bosque, el paisaje era imponente y me transmitía una soledad que a ratos me abrumaba. Ciertamente, hasta llegar a Zafrilla, km 31 de nuestra ruta, sólo encontré vestigios humanos -y no precisamente recientes- en el antiguo rento del Collado Verde de Abajo, y la sucesión de tramos ascendentes y pedregosos bajo un sol implacable hacía presagiar que me enfrentaba a una etapa formidable.

Vista del valle por donde discurre la N-420 desde el Camino de la Rocha


Alcanzado Zafrilla, aún a sabiendas de que no había completado ni la mitad de la etapa, me sentí aliviado. Al fin podría comprar víveres y comer decentemente en un bar. La realidad, empero, me dio otro hostión, porque sólo existía un bar en el pueblo en el que se cerveceaba y se tomaba el aperitivo, pero no se ofrecían comidas. La dueña del mismo, no obstante, debió de intuir en mi mueca lo jodido que empezaba a estar y, finalmente, me preparó un bocata de lomo y queso de barra de a cuarto. Fruta no había, claro, así que decidí joderme un par de helados y un carajillo. Con el ánimo, ahora sí, recobrado, la fortuna vino a verme y un jubilado que tomaba café me comentó que en el garaje de su casa vendía algo de fruta de los excedentes de una pequeña huerta familiar.

Algún lugar entre Salinas del Manzano y Zafrilla


Reemprendí, por tanto, la marcha más tarde de lo que había planeado, pero bastante eufórico. Los casi 4 kilómetros de subida por la llamada "Cuesta del Can" (media del 5,5%), eso sí, me quitaron rápidamente la tontería y me pusieron las piernas ya bastante tiesas. Recuerdo que el único ser viviente en ese horno parecían ser las cigarras. Tras un breve descenso, volví a ascender tenuemente por un camino que se me hizo eterno, siempre recto en dirección NO. Finalmente, ese maldito camino ligeramente ascendente terminaba, justo en la frontera con la provincia de Teruel, en una finca particular. Rondaba el km. 52 de nuestra ruta y los casi 1700 msnm. No había siquiera una puerta cerrada, sino que súbitamente aparecía una alambrada. Obviamente, no formaba parte de mis planes allanar una propiedad privada, pero no quedaba otra ante la ausencia de alternativas. Así pues, tratando de serenarme y comprobando en el GPS que indicaba que la carretera A-1704 estaba muy cerca, burlé la verja en una zona en la que había cedido algo en su parte inferior y continúe. Afortunadamente, un par de kms más allá, que además fueron en franco descenso, apareció, abierta, la puerta de salida de la finca advirtiendo del peligro de toros.





Apenas me incorporé al alquitranado elemento, dirección Frías de Albarracín, cuando el siguiente camino a izquierdas ya me indicó el Nacimiento del Río Tajo. Después de las fotos de rigor y de una "cuasi-ducha" por partes con el agua helada del manantial, continué, dirección N por un camino ancho con un firme espectacular, en la franja de los 1600 msnm, buscando Guadalaviar.

Nacimiento del Río Tajo

Poco puedo contaros de este pueblo turolense porque, nada más alcanzarlo, cogí a la izquierda la Calle Chaparrilla que, al poco, se convierte en un camino, primero hormigonado y luego de tierra. Desde allí, ya se pueden seguir las indicaciones al Nacimiento del Turia o Guadalaviar, que resultó encontrarse en un barranco a los pies del Cerro Bermejo y que, lamentablemente, encontré más seco que la mojama.
Tras la decepción de la cabecera del segundo río en la lista, merendola para afrontar los últimos 20 kms de etapa. Siguiendo el mismo camino que llevaba antes del desvío al Nacimiento del Turia, tras 10 kms de suaves toboganes y dejando a mi izquierda una zona de preciosos farallones, apareció Villanueva de las Tres Fuentes, un pueblo abandonado que me daría la bienvenida a la provincia de Guadalajara y al Parque Natural del Alto Tajo. Afortunadamente, el sol comenzaba a esconderse entre los árboles de esa zona y la temperatura bajó rápidamente, aunque los 80 kms de una etapa tan exigente comenzaban a pesar de lo lindo. Todavía me quedaría por superar una última dificultad montañosa: 4 kilómetros al 4%, una subida entre unos pinos altísimos que sólo disfruté en parte, porque empezaba a estar ya muy fatigado. La subida finaliza al ganar el Cerro del Caballo. Desde allí, descenso hasta llegar al Río de la Hoz Seca para tomar un carril asfaltado hasta el Camping de Orea.

Farallones cerca de Villanueva de las Tres Fuentes

Villanueva de las Tres Fuentes
Ganando el Cerro del Caballo

El camping, por cierto, se encuentra en un prado precioso, junto al lecho del Río de la Hoz Seca, pero, al menos cuando yo lo visité, olvidaos de cobertura de datos ni de teléfono. Eso me obligó, por si el tute no había sido suficiente, a remontar la montaña (esta vez a pie, por un cortafuegos) un par de kilómetros para avisar a la familia de que seguía dando tumbos por los Montes Universales y el Alto Tajo, a pesar de todo. A las 22:30, ayudado del frontal, montaba la tienda todavía sin haber cenado. A las tantas ya, mientras me calentaba unos spaguettis deshidratados, otro gran adagio del ciclismo resonaba en mi cabeza: ¡¡Qué duro es este deporte, Pedro!!


ETAPA 3. CAMPING OREA - CAMPING LA SERRADORA


Etapa de semi-descanso para disfrutar por fin un poco de los atractivos de la zona. Aunque ya estaba planeado de este modo desde Valencia, no me hubiera podido imaginar lo mucho que agradecería una jornada así, después de la fenomenal paliza del día anterior y justo antes del, llamémosle, "Díptico de la Serranía Alta de Cuenca".

Abandoné el Camping por el mismo carril por el que había accedido a él para, después, torcer a la derecha en dirección Orea por una de esas carreteras de 3 m de ancho que tanto me chiflan. Al llegar a Orea, km 6,2 de nuestra ruta y justo en el cruce con la carretera CM-2111, aproveché para visitar un centro de interpretación de la naturaleza del Alto Tajo más que decente. Orea, siendo un modesto pueblo, tiene mucha más entidad que los pueblos de la jornada anterior, y pude aprovechar para repostar fruta fresca y crema de sol, puesto todo hacía suponer que iba a seguir gastando de esta última en cantidades industriales.

Continué en dirección NO por la CM-2111, siempre en ligero descenso entre montañas extrañamente peladas, hasta alcanzar Checa. Al llegar a Checa, y una vez rellanada la mochila de hidratación, cambio de rumbo, tomando dirección S por la GU-982 para, apenas a los 500 m, coger un camino a la derecha. A partir de aquí comenzó la ascensión de la jornada, unos 5,5 km al 5,5% de pendiente media, aunque muy desigual (las primeras rampas, por ejemplo, son muy duras y luego hay tramos de falso llano). En la ascensión, por cierto, por fin me pude zambullir en un trozo de bosque que me vino genial para almorzar a la sombra. Una vez superada la única dificultad montañosa de la jornada, continué siempre en dirección a la ermita de Ribagorda durante unos 7 km ligeramente favorables. En el km 27, el descenso se hizo más pronunciado y, casi sin darme cuenta estaba ya en Peralejos de las Truchas.

Algún sitio cercano a la ermita de Ribagorda

Una vez en Peralejos, tomé la CM-2106 en dirección O para, un kilómetro más allá, encontrar mi destino: el Camping de la Serradora. En total, 36 kilómetros, 17 de los cuales por caminos y unos 500 metros de desnivel positivo.

Inmediaciones del camping


La llegada al camping a la hora de la comida me permitió dedicar la tarde entera a la lectura, el baño en las cristalinas aguas del Tajo, un pequeño repaso y limpieza de la burra y, en definitiva, relajarme y recuperar fuerzas.

Las aguas del Tajo a su paso por el Camping La Serradora


ETAPA 4. CAMPING LA SERRADORA - CAMPING LAS MAJADAS


Con dos fenomenales ascensiones, esta etapa también me resultó muy exigente. La pongo en un escalón algo menor a la segunda porque tiene 20 kms menos y se rueda, con la excepción de 7 kms, por asfalto; pero con los tres días previos de bici y los dos de dar con mi espalda en una fina esterilla a la hora de dormir, casi hacen equipararlas.

La primera gran ascensión aparecería apenas a los 2,7 kms de nuestra ruta, cuando abandoné la trazada del Tajo para iniciar, de nuevo en tierras conquenses, el puerto de Belvalle. El puerto consta de 7,1 kms, siendo los kms 1, y 3 y 4 los más fastidiados, con desniveles medios que no bajan del 8,5% y picos del 13, 14 y hasta 15%. Recuerdo, no obstante que, con la excepción del primer kilómetro y medio, no sé si por aquello de acometerlo al inicio de la jornada, lo superé relativamente cómodo. El puerto finaliza poco antes de la intersección con la CM-2106. Al llegar a ella, tomé dirección Tragacete. Después de un pequeño descenso y otra vez un suave y corto ascenso, la carretera se queda en un altiplano rozando la franja de los 1600 msnm, lo cual hacía que corriera una suave brisa y que el sol abrasador de otras jornadas fuera un poco más benevolente en esta ocasión. 

Adiós al Tajo. Cuenca nos recibe con el puerto de Belvalle

Coronando Belvalle. Ya aparecen las indicaciones al Río Cuervo

Justo en el km 20 de nuestra ruta, decidí abandonar un rato la carretera que, siendo tranquila, es algo más ancha de lo que me gusta y tomé un carril a mano izquierda con buen firme. Progresivamente, el carril se fue estrechando y convirtiendo en una senda, que por momentos se difuminaba por la pinocha, siempre, afortunadamente, sin grandes desniveles. Desemboqué en el Carril del Rilaga (de infausto recuerdo, jajaj) para, por él, retornar al pavimento.

A la sombra de los pinos, que decía la Del Monte

De vuelta a la carretera, decidí, en el km 32 de nuestra ruta, bajar a Vega del Codorno a comer algo caliente antes de la visita al Nacimiento del Río Cuervo. Allí, en el bonito pueblo de Vega del Codorno, encontré el bar-restaurante "El Rincón", que resultó ser un sitio de excelente comida casera a la vera del río y donde cometí el error de pedir lo más contundente que tenían -creo recordar que un potaje de primero y carne en salsa de segundo-, aparte del postre, ensalada y triple ración de cerveza.

Comiendo a la vera del Cuervo: lujazo inesperado

Como su propio nombre indica, Vega del Codorno está situado en una vega, unos 200 ms más profunda que el altiplano por el que discurre el CM-2106. Remontar esos 200 m con tripa llena y bajo un sol, ahora sí, cascando sin piedad en el cogote, se me hizo más duro de lo esperado; aunque, afortunadamente, apenas volver a ganar la carretera, se encuentra el fresco enclave del Nacimiento del Río Cuervo. Eso sí: siendo época estival y con esos calores, la estampa, como veréis, no tuvo nada que ver a la de la visita en el "Universal Mounts Tour"

Nacimiento del Río Cuervo

Volviendo a la ruta, tomé la carretera en dirección Tragacete para, enseguida, en el km 42,4 de nuestra ruta, tomar una pista forestal asfaltada en dirección a Las Majadas. Esta carreterita tiene el formato ideal para disfrutar del cicloturismo: enclave espectacular, buen firme y estrechita. Primero vinieron 4 kms de un suave descenso y, posteriormente, otros 6 todavía más pronunciados, para quedarnos a solo 1080 msnm, en el lecho del Río Escabas. Este río, afluente del Tajo, tiene su nacimiento no muy lejos de estas montañas y forma unas pozas de aguas transparentes que son una delicia. A punto estuve de bañarme en alguna de ellas y, si finalmente no lo hice, fue porque ya empezaba a acuciar la hora y no sabía exactamente a la ascensión que me enfrentaba. Esta vez acerté, porque desde la llegada al lecho del Escabas hasta coronar cerca de una zona conocida como "Las Peñuelas", distan casi 12 kms en un constante ascenso. Es cierto que el desnivel medio es bajo (el 3,5%), pero la maldita carne en salsa que me repetía y una inusitada fatiga hicieron que penara de lo lindo. Era frustrante ver como, a pesar de no parecer acometer grandes rampas, no era capaz de mantener el plato mediano. Así las cosas, y para animarme y combatir una soledad que sólo se había visto esporádicamente interrumpida por alguna conversación de cortesía con los vecinos de los campings o algún turista despistado aquí y allá, decidí imaginar y narrar en voz alta una etapa imposible de ciclismo épico en la que yo era al mismo tiempo organizador del recorrido, periodista y ciclista afamado que estaba pasando por un momento de apuro, pero que todo el mundo confiaba en que supiera sufrir y dosificar sus esfuerzos. Naturalmente, no faltó toda la retórica hiperbólica de estas gestas ("¡esfuerzo titánico, colosal!", "¡fíjense en el rictus de agotamiento!" "¡puede dejarse una minutada en estas montañas conquenses!", y ese tipo de cosas). Me descojono de cómo se me iba la pinza mientras escribo estas líneas, jajaj. Y así, poquito a poquito, sufriendo en cada pedalada, hablando solo y maldiciendo el atracón y mi condición física coroné, después de hora y media, en Las Peñuelas.

Zona de túneles en la pista forestal de bajada. ¡Qué feliz me las prometía!
Comienzo de la ascensión; en un primer momento, remontando el Río Escabas

A punto de coronar ya en un falso llano, cercano a Las Peñuelas

Desde Las Peñuelas hasta el camping Las Majadas, apenas hay tres kilómetros en los que basta con dejarse caer. Por fin en el camping, recuerdo que la hierba de la parcela estaba bastante seca y el terreno bastante duro; y, sin embargo, esa noche dormí como un bendito. Lo iba a necesitar, porque la última jornada tampoco sería precisamente un paseo.

ETAPA 5. CAMPING LAS MAJADAS - CUENCA


La quinta y última etapa constó de 82,5 kms -18 de ellos por caminos- y casi 1200 m positivos: una paliza interesante para finalizar que tuvo de todo: tramos preciosos, otros más aburridos y otros, incluso, no recomendables. Sabiendo lo que ahora sé, esta etapa la hubiera diseñado de otra manera, pero está claro que no siempre se puede acertar en el juego de pintar rutas sobre un mapa, por muchas herramientas de las que dispongamos en la actualidad.

El Camping Las Majadas, donde había pernoctado la noche anterior, está situado, si uno viene desde el N, 3 kms antes de la localidad con el mismo nombre. Como podréis imaginaros, con el destrozo físico que llevaba, después de montar la tienda de campaña ya en el ocaso, lo último que me apetecía era bajar al pueblo. La visita, por tanto, se postergó para esta jornada. Desde allí ya se pueden seguir las indicaciones a Los Callejones de las Majadas que, además, se encuentran en la dirección que necesitábamos seguir (dirección Uña) por una pista forestal asfaltada similar a que trajimos en la jornada anterior. Los Callejones de las Majadas son un conjunto geológico similar al de La Ciudad Encantada que, por lo que sea, a diferencia de éste no se explota comercialmente. Además de la belleza del lugar, esos yunques, monolitos o puentes pétreos imposibles, allí se rodaron varias escenas de Conan el Bárbaro, lo que lo convierte automáticamente en romería obligada de cualquier "jevata" que se precie, como servidor, jajaj. Ciertamente, este enclave era uno de los pocos irrenunciables de esta travesía. 

Desfiladero

Puente

Vista general sobre una de las piedras en forma de yunque

Totalmente flipado y con invocación a Crom -para que me diera fuerzas- incluida, pues, reemprendí el camino para, en apenas un km, encontrar otro camino a mi izquierda con la indicación "Mirador del Tío Cogote". Decidí cogerlo, dado que el mirador no parecía estar muy lejano y era consciente de que estaba en uno de los lugares más bellos de toda la travesía. El camino, de excelente firme, es un tramo del GR-66, y en poco más de km y medio llega a una cresta desde la que se domina un valle precioso. 

De vuelta al asfalto, primero atravesé una zona de toboganes y luego, a partir del km 15,7 de nuestra ruta, en un bosque joven y algo ralo (tenía pinta de estar todavía recuperándose de algún incendio), una ligera ascensión de 5 kms al 3,5% hasta alcanzar la Ceja de la Muela. A partir de ahí se abre otro valle precioso por donde discurre el Arroyo de Valduérguina. La carretera, primero en un descenso vertiginoso y luego más tendido, me condujo en un abrir y cerrar de ojos al Embalse de la Toba, ya en la CM-2105. 

A punto de coronar en la Ceja de la Muela
Siguiendo la CM-2105, 7 kms más después del Embalse de la Toba se encuentra la localidad de Uña y su preciosa laguna. Visitando la Laguna encontré cicloturistas por vez primera en toda la travesía, lo que viene a ratificar lo poco conocida que es esta zona. Recuerdo un grupito de ilerdenses, bien entrados en los sesenta, que, en sus bicis de trekking, me comentaron que estaban realizando una travesía entre Cuenca y Lérida: ese tipo de historias que te motivan y te ponen en tu sitio al mismo tiempo. Encantado de ver un pueblo con ambiente, decidí comer en uno de los restaurantes, estudiando un poco mejor que en la jornada anterior cual era el menú más adecuado.

La Laguna de Uña jalonada por el Monte Cerro Candalar

Reemprender el camino, no obstante, se me hizo duro. El sol volvía a irradiar de manera extrema y la carreterota, más ancha de lo que me gusta y en constante ascenso, no resultaba nada sugerente. Para colmo, la crema de sol que en su día comprara en Orea y que había empezado a utilizar ese día parecía no ser absorbida por la piel, y los chorretones, mezcla de sudor y crema, me estaban entrando en los ojos. Consecuentemente, comenzar la ascensión más importante del día, desde la localidad de Uña hasta el conocido como "Cerrillo de la Madera", a las puertas de la Ciudad Encantada, me dio muchísima pereza. Serían 7,8 kms al 3,5%. Afortunadamente, el último tercio de la ascensión se hace por la CM-2104, siguiendo las indicaciones de La Ciudad Encantada, y esa carretera ya tiene más encanto, cruzando un bosque impresionante.

Alcanzada la Ciudad Encantada, decliné, sin embargo, la visita. Lo fui decidiendo en la ascensión: en primer lugar, hubiera sido la cuarta vez en que paseaba por aquellos pedrolos; en segundo lugar, no hay nada mucho más espectacular que en Los Callejones de Las Majadas; y, en tercero, ¿qué queréis que os diga? prefería ahorrarme esa hora de pateo. 

Volvamos a lo ciclístico: una vez se supera el Cerrillo de la Madera, se transita por una zona de suaves tobaganes en un altiplano en la franja de los 1300 msnm. Luego, la carretera desciende buscando la población de Valdecabras. Por aquello de meterle un poco de camino a esta jornada, había diseñado, en el confort de mi casa, una alternativa a este descenso por carretera: a saber, coger, justo antes de empezar a bajar, un camino a la derecha. Ciertamente, en los mapas topográficos lo indican como el Camino del Campillo o el Camino de Cuenca, lo que siempre le da a uno cierta garantía de firme y desnivel aceptables. Y así fue en los primeros 3,5 kms. Después de este corto tramo, empero, el camino acomete un descenso muy pronunciado y peligroso que la acción de una retroescavadora sólo había empeorado (entiendo que el trabajo no estaba terminado), puesto que la tierra estaba muy removida y las piedras no habían sido retiradas. Naturalmente, no puedo deciros si ese camino sigue así o lo han mejorado, pero sí que cuando yo lo transité no es nada recomendable hacerlo con alforjas. Estoy seguro, además, de que en el caso de no haber ido tan justo de fuerzas, hubiera pegado media vuelta y le hubieran dado morcilla a mi "magnífico trazado pintado en el sofá de casa". Afortunadamente, apretando los dientes, con una incipiente llorera (mis problemas con la crema solar iban a más), colocando el culo todo lo atrás que podía y temiendo por la resistencia del portaequipajes y por un hostión más que posible, conseguí domeñar la burra hasta alcanzar el valle por el que discurría, tranquilo y ajeno a mis vicisitudes, el Júcar.

Tras estas peñas, el camino se precipita buscando el Júcar
El carril que discurre paralelo al Júcar es tranquilo, con tramos sombríos, y lo convierte, por tanto, en un paseo muy recomenable para todas las edades. Está claro que los/las conquenses han sabido sacarle partido a este patrimonio natural, y me sorprendió la cantidad de personas que aprovechan para pasear, correr o ciclar a su vera, y practicar piragüismo en sus aguas. Sin embargo, la claridad de las mismas poco tenía ya que ver con lo que había encontrado en el Río de la Hoz Seca, en Orea; el Tajo, en Peralejos de las Truchas; o el Escabas, en Las Majadas. El baño en el Júcar se limitó, por tanto, a una incursión hasta las rodillas y una lavada de cara que esperaba que me aliviara los ojos, en lo que ya no sabía si era una reacción alérgica a la crema solar o qué leches.

Paseo final junto al Júcar

Finalmente, en torno a las 20 horas llegaba a Cuenca, llorando a moco tendido -y no precisamente de emoción, con un "moreno-bicicleta" espeluznante y bastante agotado después de cinco días en este maravilloso y poco conocido enclave del Sistema Ibérico donde nacen los ríos. Agotado y feliz, porque así funciona esto de la bicicleta.