lunes, 25 de mayo de 2020

DE LA MAR BLAVA A LA FONT ROJA. MAR Y MONTAÑA DE CICLOTURISMO

INTRODUCCIÓN

Que el disfrute de un viaje depende, en gran medida, de las expectativas que uno tenga, es una verdad como un templo. Hoy os voy a relatar una escapadita de sólo dos jornadas que realicé a finales de noviembre de 2018. Algo para quitarme el gusanillo que, no obstante, resultó ser mucho más bonito de lo que hubiera imaginado, aparte de bastante exigente.

Naturalmente, dadas las fechas y lo corta de la travesía, no tenía sentido cargar en esta ocasión con la tienda de campaña, por muy "ultraligera" que esta sea. Por similares razones, tampoco cargué en esta ocasión con el hornillo y, cuando no comí en un bar, lo hice a base de latillas de conserva y embutido.

Lo primero que tenía claro es que, disponiendo únicamente de dos días, no me apetecía montar el tinglado del portabicicletas en el coche que, además, me obligaba a una ruta circular. Por otro lado, tenía ganas de explorar la bética alicantina (especialmente la Sierra de Aitana) y también le tenía ganas al Parque Natural de la Font Roja y a esa carretera mágica hacia el santuario desde el cual hay una preciosa estampa de la Foia d'Alcoi [en adelante, usaré siempre la toponimia en valenciano y en cursiva para no liarnos].

Con estos mimbres, lo más razonable consistía en coger el cercanías hasta Gandia y realizar la travesía, finalizando en Alcoi, para retornar a Valencia con el tren regional. Como bien sabréis, en los trenes de cercanías no hay en la práctica ninguna restricción para subir la bici. En el regional tampoco me la pusieron, pero como Renfe cambia de tanto en tanto de criterio, yo os recomendaría que os informarais previamente. 

Quizás algun@ os hayáis preguntado si no hubiera sido mejor hacerlo justamente al revés: empezar el Alcoi y acabar en Gandia, ahorrándome así más de 600 metros de desnivel acumulado, que es la altura sobre el nivel del mar a la que se sitúa este importante municipio alicantino. Si me habéis leído en otras entradas, no obstante, ya conocéis mi vena masoquista -ese rollo de que en la bici sólo se disfruta cuando se sufre y blablabla (jajaj)-, pero, lo que más pesó en este caso es que, dado los pocos trenes con destino Alcoi que parten desde Valencia, pudiera perder el de la mañana y me pasara algo similar al arranque de Donde nacen los ríos. A pesar de lo que luego experimenté (o precisamente por eso), creo la decisión fue un acierto.

Habrá incluso quien se pregunte, sobre todo si no es valencian@, por qué, si el principal atractivo de la travesía era alcanzar la prebética alicantina desde la costa, no haber comenzado en un pueblo más meridional y cercano a esa sierra. Pues bien, simplemente porque no hay una línea férrea costera, por más sorprendente que parezca, entre Gandia y Benidorm; de forma que si uno quiere acceder en transporte público, desde Valencia, a, por ejemplo, Dénia o Xàbia (junto al Montgó, una de las últimas estribaciones de le prebética alicantina) debe hacerlo bien en autobús, bien dando un rodeo que consiste en ir hasta Alicante con la Renfe para allí coger el Tram d'Alacant. Esto último, acaba siendo una gymkana agotadora, que ni el ferroca con más vocación -del que me siento muy lejos- aguantaría. Y lo primero, el viajar en autobús, obliga, sin embargo, a meter la bici en una caja de cartón, algo que, desde el Tour of Scotland, también prefiero evitar cuando sea posible.

Sea como fuere, la cosa quedó tal que así:

ETAPA 1. GANDIA - GUADALEST

Análisis Wikiloc

Con un índice IBP de 111, más de 1700 m de desnivel acumulado y dos grandes ascensiones (más otras dos menores), la etapa tuvo bastante exigencia física. Rodé por todo tipo de superficies: caminos de tierra, carril bici/vía verde, pistas hormigonadas y, mayoritariamente, asfalto. No obstante, cuando lo hice por este último fue siempre por carreteras con poco tráfico y, algunas, con el ancho y el encanto que tanto me hacen disfrutar.


En la estación de Cercanías de Gandia. Más ligero que en otras ocasiones

Comencé la etapa desde la estación de cercanías de Gandia a eso de las 10:15 horas. Tomando dirección S, no es difícil orientarse y, enseguida, uno encuentra un puente peatonal y cicloturista paralelo a otro por donde circula el tráfico rodado. A partir de ahí no hay más que seguir por la Vía Verde de la Safor. Las llamadas "vías verdes", aclaración para el/la profan@, son antiguos trazados ferroviarios que se han recuperado para el paseo y el cicloturismo, y esto requiere un pequeño inciso de historia ferroviaria que completará lo que hemos comentado un poco más arriba. Hasta 1969, Gandia y Dénia sí estaban conectadas por ferrocarril, sólo que éste era de vía estrecha (1000 mm, frente a los 1668 mm que utiliza Renfe). Las vías se levantaron en 1974 con la promesa de que la línea de Renfe de Gandia se prolongaría hasta la capital de la Marina Alta, aprovechando este trazado. La promesa, claro, fue incumplida, y después de mucho tiempo sólo se pudo recuperar un tramo (entre Gandia y Oliva) como vía verde. Si queréis saber más sobre este desdichado ferrocarril, os recomiendo el magnífico blog "Historias del Tren".

La Vía Verde de la Safor es una delicia, absolutamente plana, entre naranjos, paralela a la N-332, que finaliza, como decimos, al alcanzar Oliva. Desde aquí, continué en la misma dirección por el Camí vell de Dénia para, al poco de superar el resort de golf "Oliva Nova", girar a la derecha y tomar la CV-678 en dirección Pego. Si examinais el track con detalle, os daréis cuenta de que hice una primera intentona de coger esta carretera sin tocar un metro de la N-332, que tiene el triste honor de ser una de las carreteras con mayor número de cicloturistas accidentados. No hay, empero, otra alternativa a coger la nacional para, eso sí, 300 m más allá torcer ya a la carretera en dirección Pego.

Nada más enganchar la CV-678, viene un puente que salva la autopista y, al bajar, ya podemos considerar que estamos en el Parc Natural de la Marjal de Pego-Oliva, primero de los espacios naturales apuntados en la lista que llevábamos desde Valencia. Este humedal me daría la bienvenida a la provincia de Alicante, y la estampa de los carrizales con las sierras Mostalla, Migdia y Segària de fondo me puso ya de lo más contento después de 20 km de planicie.

Tras un breve almuerzo por las huertas de Pego, reemprendí la marcha dispuesto a afrontar la primera gran ascensión de la jornada: el Port de la Vall d'Ebo. Éste comienza justo al abandonar el municipio pegolino por el S y tomar la CV-712 en dirección a la Vall d'Ebo. Son casi 8 kms de ascensión con un 6% de media. Lo bueno es que lo más fastidiado está al principio, en los primeros 3 kms, con rampas del 11 y hasta del 13%. En el km 3, como digo, hay un falso llano ideal para recuperar, y los últimos 4 kms son mucho más tendidos que el primer tramo. Lamentablemente, el fuego se ha cebado varias veces con estos montes en los últimos años y, aunque es cierto que, ante la ausencia de vegetación, uno puede ir divisando en todo momento la línea de costa, a mí me da bastante mal rollo ascender por montañas tan peladas. Por lo demás, la carretera tiene todo para el disfrute cicloturista: dureza, buen firme y amplitud, si no ideal, correcta.


Panorámica del puerto, una vez superadas las rampas más duras

En el km 35,8 de nuestra ruta coronaba el puerto, dejando a mi izquierda un montón de senderos locales y que constituyen uno de los paraísos senderistas de la provincia de Alicante. Desde ese punto, hay un suave descenso de 3 km hasta la Vall d'Ebo, donde abandonaría la CV-712 para dirigirme en dirección al polideportivo del pueblo. Justo entre el polideportivo y el camping sale el carrer de Tita Albir que, en esencia, es una pista forestal asfaltalda que remonta el valle entre la Serra de la Carrasca y la Serra del Sireret. La solitaria pista, por cierto, la estaban arreglando y pude disfrutar de un asfalto casi virgen en un gran tramo. A pesar de ello, recuerdo que cubrir los primeros 4 km, que eran ascendentes con un desnivel rozando el 5% y un ligero viento en contra, me obligó a un esfuerzo con el que no había contado. 

No obstante, una vez coronado el paraje conocido como Tarrenyes, la pista busca el lecho del Barranc Malafi para conducirnos en suave descenso al Pla de Petracos. El paisaje había mejorado progresivamente y esta zona ya tiene más pinos e incluso alguna carrasca, además del aliciente de unas pinturas rupestres. 


Algún punto de la pista forestal asfaltada, una vez ganado Tarrenyes y en busca del Barranc Malafi

La hermosa pista forestal desembocó, en el km 49,1 de nuestra ruta, en la CV-720, que tomé en dirección Castell de Castells. Para aquel entonces, los montes ya habían recuperado su manto vegetal, aunque, en contraprestación, esta nueva carretera era, de tan buena, algo aburrida. Ese punto de la ruta hubiera sido el momento ideal para comer, pero no encontré ningún apartadero mínimamente atractivo para ello y lo postergué hasta la entrada a Castell de Castells, donde, finalmente, junto al antiguo lavadero y bajo un cielo azul con cúmulos, di cuenta de mis sardinillas en escabeche, queso, frutos secos y alguna cosa más. Muy bonito, aunque quizás no fuera la mejor de las decisiones.


Paradita para comer, en Castell de Castells

Y es que la segunda gran ascensión de la jornada no se hizo esperar. Al reemprender la marcha, crucé el pueblo de N a S para coger, en cuanto acabaron las casas, la CV-752 en dirección Tàrbena. Nuestra ruta continuó por la siguiente salida a la derecha tras la del polideportivo: una empinada pista de hormigón rayado que constituye el inicio del Portet de Castells. Serían sólo 3,7 kms, pero, con un 9% de desnivel medio y rampas de hasta el 16%, aquello se hizo muy, muy largo. Hubo tiempo, por tanto, para recordar esos consejos de los deportistas de alto nivel de comer tres horas antes del ejercicio físico. Y es que ajustar el ritmo cardíaco para poder afrontar ese esfuerzo y no echar las papas en el intento no fue fácil y -como imaginareis- los pocos momentos de cierta tregua fueron para maldecir el escabeche que me repetía y mi sensible tracto intestinal. A pesar de todo este sufrimiento, debo decir que la subida es preciosa; después de un primer zigzagueo en hormigón, el camino de tierra remonta el Barranc del Beato a través de una pinada formidable, en una de esas ascensiones de BTT que son al mismo tiempo un calvario y un chute de serotonina. Al coronar, a 850 msnm, las vistas sobre el valle y embalse de Guadalest y la Serra Aitana son preciosas. Lamentablemente, no os puedo colgar aquí ninguna foto, porque el sol daba de frente y no pude obtener ninguna instantánea con un mínimo de calidad, pero os aseguro que merece la pena.

La vertiente norte del Portet de Castells es más empinada que la norte (3,8 km al -12%), y prueba de ello es que toda ella está hormigonada. Con prudencia, por tanto, descendí hasta abandonar el hormigón, punto exacto donde aparece una carreterita preciosa a la izquierda con la indicación a la "Presa de Guadalest". Con pequeños toboganes, la tendencia en ese tramo sería todavía favorable hasta acceder al mismo muro de la presa.




Después de la foto de rigor en el muro de la presa del embalse de Gaudalest y de explicarles la minitravesía a unos holandeses que, aparentemente aficionados al cicloturismo, "lo estaban flipando" con las "mountains of Alicante", sólo quedaba cubrir el tramo hasta el hotelito donde me alojaría aquella noche. Desde el embalse hasta el pueblo, no obstante, hay casi 4 kms con una pendiente cercana al 5%. Comoquiera que llevaba ya un montón de esfuerzos, y que me había recreado más de la cuenta en el embalse y me había quedado algo frío, ese tramo se me atragantó más de lo esperado. En cualquier caso, a las 17:30 estaba ya dejando mis alforjas en el hotel "El Tossal", donde me trataron de maravilla.

Guadalest, a escasos 17 kms en línea recta de Benidorm, es un pueblo precioso de origen medieval, con un castillo encaramado en un risco, un pasadizo excavado en la roca para acceder al mismo y un buen puñado de museos. De todo ello había inferido que la oferta de restauración no sería un problema en el pueblo. Pues bien, una vez más me equivoqué. En un día entre semana de temporaba baja como era aquél, sólo pude encontrar un extraño bar: el "Elefante Rosa", mezcla de bar y pub inglés con una decoración desconcertante en el que, no obstante, el dueño resultó ser de lo más amable y accedió a ofrecerme algo de cenar, a pesar de ser el único cliente y de que eran ya las 21 horas, momento del día en el que ya no esperaba a ningún posible guiri despistado.


ETAPA 2. GUADALEST - ALCOI

Análisis Wikiloc

Etapa de similares características, en lo ciclístico, a la de la jornada anterior: Por encima de los 65 kms, 1700 m de desnivel positivo, todo tipo de superficies y dos grandes ascensiones: en este caso, la subida a La Font de l'Arbre y la subida al Santuari de la Font Roja.

Después de un gran desayuno en el hotel donde había pernoctado, salí con energías menos renovadas de lo que me hubiera gustado, a pesar de que había dormido estupendamente. El día estaba algo desapacible, con viento e intervalos de nubes amenazantes de agua. Todo apuntaba a que iba a encarar otra etapa muy sufrida, puesto que ya en la primera parte del recorrido, que consistía simplemente coger la CV-70 en dirección Confrides remontando así la vall de Guadalest, el suave viento en contra y la ligera pendiente desfavorable me hicieron avanzar muy lentamente. La carretera, por cierto, es amplia y, no obstante, muy bonita, y ofrece estampas espectaculares del valle.


Nubes y claros en al valle de Guadalest
Alcanzado Confrides, daría comienzo la primera gran ascensión de la jornada: la subida al paraje conocido como La Font de l'Arbre. Se trata de 6 kms al 7% de desnivel, siendo los primeros 3 kms terribles, con una pendiente media cercana al 11% en un asfalto rugoso y a tramos roto. La sensación que tuve es que el viento arreciaba, racheado por momentos, y un par de nubes descargaron algo de agua. Sólo la marcha tonta y un enorme acto de voluntad hicieron que no pusiera pie a tierra y la escena, sin llegar a ser dramática, ya era digna de pronunciar las viejas palabras: "¡¡Qué duro es este deporte, Pedro!!".


Merendero en La Font de l'Arbre

Justo al alcanzar La Font de l'Arbre comenzaría uno de los tramos de tierra que tenía la etapa: una pista de excelente firme que me condujo por un altiplano en la franja de los 1100 msnm con unas vistas espectaculares a Alcoleja, Ares del Bosque y Benasau. Después de 3 kms, volvió el asfalto de grano grueso y roto para, en franco descenso ya, dejarme en la CV-770 a pocos metros del cartel del Port de Tudons y la intersección con la CV-785, que cogí en dirección Penáguila. Desde la intersección, en apenas 2,6 kms (en el 23,4 de nuestra ruta), abandonaba esta bonita carretera para tomar un camino algo pedregoso que desembocó en apenas km y medio en una pista forestal asfaltada preciosa que, en las faldas del pico La Redona, ofrece una vista preciosa sobre el Barranc de la Canaleta. Además, a esas alturas de la etapa, las nubes negras ya se habían retirado y el viento parecía soplar con menos fuerza

Al cabo de 7 kms de pista forestal asfaltada, ésta conduce a la CV-780 que, en buena lógica, me habría conducido por suave aunque sinuoso descenso hasta Benifallim. Aquí cometí, sin embargo, el error de quererle meter una senda al trazado que, por su firme y por la carga que llevaba, era casi imposible de ciclar sin asumir mucho riesgo de hostión y de comprometer el material. Tras bajar de la burra en un par de ocasiones por prudencia, finalmente, me lié la manta a la cabeza y, cuando ya estaba ganando confianza y había recorrido unos centenares de metros, un árbol caído me obligó a apearme de nuevo y superarlo pasando la bici el volandas. Fue la única "liadita" de la travesía y no me quejo, porque siempre es fácil caer en la -llamémosle- "trampa del betetero que todos llevamos dentro" y más cuando trazas un recorrido en el ordenador de tu casa, con la consiguiente flipada.




Tras almorzar en un bonito jardín cercano al cementerio del municipio de Benifallim, reemprendí la marcha por la CV-785 en dirección a Alcoi, una carretera que deja a la izquierda la Serra dels Plans y a su derecha campos de almendros y frutales en una suave tendencia ascendente. En el km 39,8 abandoné la carretera para afrontar un breve tramo de camino, en busca de la Via Verde d'Alcoi, que finalmente enganché en el km 42,5 de nuestra ruta. Esta vía verde, vestigio de lo que otrora fuera el trazado del ferrocarril Alcoi-Alacant (diseñado para tratar de dar salida al mar a los productos textiles de la capital de l'Alcoià), es un precioso recorrido de 10 kms con 10 túneles y 3 viaductos. La vía verde, muy disfrutada por l@s alcoyan@s, se encuentra en buen estado y, en el sentido que la cogí (N), será siempre muy favorable, pero hay algún túnel sin iluminación, así que acordaos de llevar un frontal o linterna para bicicleta.




La tendencia descendente y la cantidad de túneles de la vía verde obliga, asimismo, a estar al tanto para abandonarla justo en el momento adecuado para enlazar con la CV-797, que se encuentra en un nivel superior al antiguo trazado ferroviario. Esta vez, afortunadamente, mi track dibujado se ajustó perfectamente a la geografía real y por un caminete mejor de lo esperado accedí sin problemas a la carretera. A partir de aquí comenzaría la última ascensión del día y la travesía que me conduciría, además, al segundo parque natural de la lista: la subida al Santuari de la Font Roja. El puerto, de 7,4 kms, es muy tendido en sus primeros 4 kms, siendo los últimos 3,4 más empinados. Exactamente, un 7,5% de desnivel en este segundo tramo que, después de los dos días de paliza, se hicieron duros de roer. Con más voluntad que fuerzas, por tanto, alcanzaba finalmente el santuario casi a las 15:30.


La Foia d'Alcoi, desde el Santuari de la Font Roja

Para cubrir el tramo final hasta Alcoi, decidí coger la carretera de Les Llacunes a la izquierda, en el km 57,7 de nuestra ruta. Sólo 2,2 kms después y por la razón de siempre de escamotear algún kilómetro de asfalto, tomé un camino a la derecha, bastante betetero pero completamente ciclable, que va a buscar el lecho del Riu Polop y que, entre chopos, fue un auténtico regocijo. Junto al puente de las Siete Lunas, lugar donde uno tiene otra panorámica diferente de la Foia d'Alcoi, apuré las últimas latillas de conserva y fuet que me quedaban y, de nuevo por la vía verde, accedí a Alcoi para ir a buscar la estación de ferrocarril.

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Ya que en esta entrada hemos hablado un poco de trenes, no quisiera dejar de comentar el estado de abandono en que se encuentra la línea València - Alcoi. La que en tiempos de la Revolución Industrial fuera una de las ciudades más importates de la Comunidad Valenciana y aún hoy la duodécima en población, cuenta con un solo tren diario a Valencia cuando escribo esto (cuando hice la travesía, juraría que dos), que transitan por unas vías sin ningún mantenimiento y que tarda en cubrir los 110 kms que separan ambas localidades más de 2 horas; es decir, unos 20' menos que cuando se inauguró la línea, a principios de siglo XX. Por supuesto, no hay personal en la antigua estación y el edificio de la misma está ruinoso hasta tal punto de que no tiene ni puertas. Es bastante indignante como, detrás de los fuegos de artificio de la alta velocidad, Renfe está dejando morir su red de media distancia, que es la que verdaderamente vertebra el territorio. Todo nuestro apoyo y solidaridad, por tanto, con la gente de Salvem el tren

Así pues, y aunque el convoy tenía programada la salida en torno a las 16:15 horas, en aquella gélida sala de espera se me hizo de noche esperando al maldito tren, que llegó con dos horas de retraso. Finalmente, casi a las 21 horas llegaba hambriento a Valencia, teniendo todavía que cubrir el trayecto a Paiporta en bicicleta. Confieso que ese broche final de adversidad, cortesía de Renfe, no lo esperaba.







jueves, 7 de mayo de 2020

"DONDE NACEN LOS RÍOS" TOUR. CABALGANDO EN SOLITARIO

INTROUDUCCIÓN

Por fin tengo tiempo -gentileza del confinamiento por la pandemia del covid-19-, para relataros otra incursión mayoritariamente conquense, aunque también turolense y guadalajareña que realicé hace unos años.Con una situación geográfica similar al "Universal Mounts Tour", la experiencia fue completamente diferente debido, principalmente, a las condiciones meteorológicas y al hecho de realizar la travesía en solitario. 

Corría el verano de 2016 y, por diferentes circunstancias, no podía disponer en esa ocasión de compañero/s de penurias. Me encontraba, o al menos eso pensaba, en buena forma y había fantaseado con una travesía que incluyera varias etapas de la transpirenaica, pero el hecho de afrontar por primera vez una travesía en solitario me hizo ser cauto y diseñar algo menos exigente y, sobre todo, de menos días, no fuera a ser que, en la soledad, descubriera que no me aguantaba a mí mismo, jajaj.

Inspirado en parte en la Travesía del Sistema Ibérico en BTT, aproveché para visitar las cabeceras de los ríos Tajo, Turia y Cuervo y las curiosas formaciones geológicas de la Serranía de Cuenca (la Ciudad Encantada y los Callejones de las Majadas). Por aquello de amortizar mi tienda de campaña ultraligera, decidí tratar de pernoctar, en la medida de lo posible, en los campings de la zona. Esto no siempre fue posible y cuando lo fue se tradujo en etapas bastante desiguales -que, no obstante, disfruté bastante-, como ahora os detallaré. La cosa quedó tal que así:

ETAPA 1. CARBONERAS DE GUADAZAÓN - CAÑETE

Análisis wikiloc

Esta primera etapa, considerada de toma de contacto, fue, en realidad, algo improvisada. Mi intención primera era realizar una etapa bastante cañera tirando a epopéyica desde Cardenete, transitando de Cardenete a Villar del Humo por la carretera para, desde allí, por caminos, llegar hasta Pajaroncillo, por donde enlazaría con los últimos 18 kms. del recorrido que finalmente hice. Ahora sé, porque posteriormente -y sin alforjas- he hecho el trayecto de Villar del Humo a Pajaroncillo por pistas, que hubiera sido un suplicio, puesto que hay tramos muy rotos con un desnivel muy bestia. Nuevamente se cumple el viejo axioma de que las rutas se pintan muy fácilmente en el ordenador.

La razón de acortar la etapa, sin embargo, hay que buscarla en las primeras horas de la mañana de ese mismo día. Había dejado para ese momento la preparación de los bártulos y todo lo necesario para la travesía (como veis, la veteranía no siempre es un grado) para, una vez listo, coger el tren regional hasta Cardenete. De camino a la estación recordé que había olvidado el frontal y, aunque tuve el impulso de prescindir de él y continuar a la estación, finalmente retorné a casa, perdiendo con ello el tren de la mañana. Visto retrospectivamente, ese error y la consecuente etapa recortada, me ahorrarían bastante padecimiento, aunque es cierto que la primera etapa perdió mucho esplendor. El frontal, por cierto, también resultaría imprescindible.

Así pues, a las 18:30 comenzaba mi etapa y travesía. Nada reseñable por la que respecta al primer tramo de la misma, esto es, el trayecto por carretera desde Carboneras de Guadazaón hasta el desvío a Pajaroncillo. Al menos, eso sí, este tramo anodino me sirvió para pensar en un nombre evocativo para la travesía.

Una vez cogí el desvío a la izquierda hacia Pajaroncillo, la carreterita ya era de las que me gustan, remontando una ligera vaguada a la izquierda, donde se siembra cereal. En apenas un kilómetro apareció Pajaroncillo, que lo atravesé de sur a norte para, dejando ya el asfalto, coger lo que se conoce como el "Camino de la Fuente Sierra". El camino, en un principio, discurre por la misma vega por la que veníamos hacia Pajaroncillo. No siendo malo, requiere de cierta pericia y jugar con los desarrollos para "traccionar" bien, puesto que a veces resulta muy arenoso y a veces muy pedregoso. Un poco más allá, sobre el km 15 de nuestro recorrido, el mismo camino ya abandona definitivamente la vega y comienza a subir montaña arriba. Hay un primer tramo, de aproximadamente, 1,5 km., con un 6% de desnivel; luego, tras un pequeño descanso, otro tramo aún peor, de unos 2 km a una media del 10% y picos del 13 y 14% que me obligaron a poner pie a tierra para relajar musculatura y aminorar pulsaciones. El firme, empero, en toda esta subida es mejor que el que llevábamos abajo en el valle.


Pequeño descanso en el tramo duro de subida

El tramo duro acaba en un cruce de caminos, con una bonita vista a todo el Valle de Pajaroncillo, y ahí podríamos considerar que acaba el puerto. Un poco azorado ya por la hora (me había comprometido con el dueño del hostal a determinada hora), prescindí de la foto y proseguí otros 3 kms, entre los kms. 19 y 22 de nuestra ruta, en una zona de toboganes hasta que gané el Collado del Rento y bajé vertiginosamente por el barranco de Gorgogil (media del -9%). Advertiros que, al poco de comenzar el descenso, el carril empieza a tener asfalto, pero tan roto que no lo hace sino más peligroso.

Finalizado el descenso, se llega a un pequeño vallecito formado por la conjunción del Arroyo de Gogogil y el de Las Tres Fuentes; un sitio precioso, antesala de la Puerta de la Virgen, puerta sur de la muralla de Cañete.

Así pues, la primera etapa quedó con unos 28 kms., algo más de 500 metros de desnivel positivo y unos 17,5 kms de caminos (el 59% del total del recorrido). Desde luego, no fueron los 60 km con más de 1300 m positivos que calculo que hubieran completado la etapa original, pero, como toma de contacto, más que suficiente.


Pequeño vallecillo en las inmediaciones de Cañete, donde han aprovechado para hacer el campo de fútbol
Cañete, por cierto, uno de los municipios importantes de la Serranía Baja, es, además un pueblo amurallado bellísimo. Me resultó, sin embargo, curioso la poca cantidad de bares abiertos para cenar que, según algún lugareño que consulté, era debido a que las fiestas son, sobre todo, en Agosto y Septiembre, y, motivo por el cual -el de la falta de bares disponibles- tuve que cenar en el pequeño hotel de la localidad, que está situado en la otra punta del pueblo donde se encontraba mi alojamiento. Buena excusa para estirar las piernas. Falta me haría para lo que tenía por delante la siguiente jornada.


ETAPA 2. CAÑETE - CAMPING OREA


Con más de 1700 de metros de desnivel positivo (2000 según Wikiloc, que siempre es un poco más generoso), 82 de los 88 kms por caminos, más de 7 h y media dando pedales y un sol de justicia donde toda la jornada, resultaría la etapa reina de la travesía. 

Abandoné Cañete -menos temprano de lo que me hubiera gustado- para tomar dirección NO pero, para evitar en la medida de lo posible la carretera nacional, tomé un camino paralelo al Río Mayor del Molinillo. El camino, en un ligerísimo ascenso, resultó sumamente agradable, con buen firme y, en muchas ocasiones, a la sombra los chopos, cosa que ya se agradecía incluso a primera hora de la mañana. 

En el kilómetro 11,5 llegaría a Salinas del Manzano, donde tenía previsto aprovisionarme de fruta y alguna otra cosa fresca. Galletas, Nocilla, comida deshidratada, barritas energéticas y ese tipo de cosas ya tenía, pero había pensado que la fruta fresca sería bueno comprarla al día. No me imaginaba todavía que lo de la "España vaciada" no es ninguna hipérbole. 

Así pues, sin peso extra en mis alforjas, puesto que nada encontré abierto en Salinas del Manzano, afronté, al poco, la subida al conocido como "Camino de la Rocha", dejando ya la paralela de la nacional. Desde que uno toma el camino, en la carretera, hasta coronar, son 1300 metros con casi un 12% de desnivel. Una vez coronado, breve descanso para seguir ascendiendo aunque, afortunadamente, de manera más tendida. Adentrado ya en el bosque, el paisaje era imponente y me transmitía una soledad que a ratos me abrumaba. Ciertamente, hasta llegar a Zafrilla, km 31 de nuestra ruta, sólo encontré vestigios humanos -y no precisamente recientes- en el antiguo rento del Collado Verde de Abajo, y la sucesión de tramos ascendentes y pedregosos bajo un sol implacable hacía presagiar que me enfrentaba a una etapa formidable.

Vista del valle por donde discurre la N-420 desde el Camino de la Rocha


Alcanzado Zafrilla, aún a sabiendas de que no había completado ni la mitad de la etapa, me sentí aliviado. Al fin podría comprar víveres y comer decentemente en un bar. La realidad, empero, me dio otro hostión, porque sólo existía un bar en el pueblo en el que se cerveceaba y se tomaba el aperitivo, pero no se ofrecían comidas. La dueña del mismo, no obstante, debió de intuir en mi mueca lo jodido que empezaba a estar y, finalmente, me preparó un bocata de lomo y queso de barra de a cuarto. Fruta no había, claro, así que decidí joderme un par de helados y un carajillo. Con el ánimo, ahora sí, recobrado, la fortuna vino a verme y un jubilado que tomaba café me comentó que en el garaje de su casa vendía algo de fruta de los excedentes de una pequeña huerta familiar.

Algún lugar entre Salinas del Manzano y Zafrilla


Reemprendí, por tanto, la marcha más tarde de lo que había planeado, pero bastante eufórico. Los casi 4 kilómetros de subida por la llamada "Cuesta del Can" (media del 5,5%), eso sí, me quitaron rápidamente la tontería y me pusieron las piernas ya bastante tiesas. Recuerdo que el único ser viviente en ese horno parecían ser las cigarras. Tras un breve descenso, volví a ascender tenuemente por un camino que se me hizo eterno, siempre recto en dirección NO. Finalmente, ese maldito camino ligeramente ascendente terminaba, justo en la frontera con la provincia de Teruel, en una finca particular. Rondaba el km. 52 de nuestra ruta y los casi 1700 msnm. No había siquiera una puerta cerrada, sino que súbitamente aparecía una alambrada. Obviamente, no formaba parte de mis planes allanar una propiedad privada, pero no quedaba otra ante la ausencia de alternativas. Así pues, tratando de serenarme y comprobando en el GPS que indicaba que la carretera A-1704 estaba muy cerca, burlé la verja en una zona en la que había cedido algo en su parte inferior y continúe. Afortunadamente, un par de kms más allá, que además fueron en franco descenso, apareció, abierta, la puerta de salida de la finca advirtiendo del peligro de toros.





Apenas me incorporé al alquitranado elemento, dirección Frías de Albarracín, cuando el siguiente camino a izquierdas ya me indicó el Nacimiento del Río Tajo. Después de las fotos de rigor y de una "cuasi-ducha" por partes con el agua helada del manantial, continué, dirección N por un camino ancho con un firme espectacular, en la franja de los 1600 msnm, buscando Guadalaviar.

Nacimiento del Río Tajo

Poco puedo contaros de este pueblo turolense porque, nada más alcanzarlo, cogí a la izquierda la Calle Chaparrilla que, al poco, se convierte en un camino, primero hormigonado y luego de tierra. Desde allí, ya se pueden seguir las indicaciones al Nacimiento del Turia o Guadalaviar, que resultó encontrarse en un barranco a los pies del Cerro Bermejo y que, lamentablemente, encontré más seco que la mojama.
Tras la decepción de la cabecera del segundo río en la lista, merendola para afrontar los últimos 20 kms de etapa. Siguiendo el mismo camino que llevaba antes del desvío al Nacimiento del Turia, tras 10 kms de suaves toboganes y dejando a mi izquierda una zona de preciosos farallones, apareció Villanueva de las Tres Fuentes, un pueblo abandonado que me daría la bienvenida a la provincia de Guadalajara y al Parque Natural del Alto Tajo. Afortunadamente, el sol comenzaba a esconderse entre los árboles de esa zona y la temperatura bajó rápidamente, aunque los 80 kms de una etapa tan exigente comenzaban a pesar de lo lindo. Todavía me quedaría por superar una última dificultad montañosa: 4 kilómetros al 4%, una subida entre unos pinos altísimos que sólo disfruté en parte, porque empezaba a estar ya muy fatigado. La subida finaliza al ganar el Cerro del Caballo. Desde allí, descenso hasta llegar al Río de la Hoz Seca para tomar un carril asfaltado hasta el Camping de Orea.

Farallones cerca de Villanueva de las Tres Fuentes

Villanueva de las Tres Fuentes
Ganando el Cerro del Caballo

El camping, por cierto, se encuentra en un prado precioso, junto al lecho del Río de la Hoz Seca, pero, al menos cuando yo lo visité, olvidaos de cobertura de datos ni de teléfono. Eso me obligó, por si el tute no había sido suficiente, a remontar la montaña (esta vez a pie, por un cortafuegos) un par de kilómetros para avisar a la familia de que seguía dando tumbos por los Montes Universales y el Alto Tajo, a pesar de todo. A las 22:30, ayudado del frontal, montaba la tienda todavía sin haber cenado. A las tantas ya, mientras me calentaba unos spaguettis deshidratados, otro gran adagio del ciclismo resonaba en mi cabeza: ¡¡Qué duro es este deporte, Pedro!!


ETAPA 3. CAMPING OREA - CAMPING LA SERRADORA


Etapa de semi-descanso para disfrutar por fin un poco de los atractivos de la zona. Aunque ya estaba planeado de este modo desde Valencia, no me hubiera podido imaginar lo mucho que agradecería una jornada así, después de la fenomenal paliza del día anterior y justo antes del, llamémosle, "Díptico de la Serranía Alta de Cuenca".

Abandoné el Camping por el mismo carril por el que había accedido a él para, después, torcer a la derecha en dirección Orea por una de esas carreteras de 3 m de ancho que tanto me chiflan. Al llegar a Orea, km 6,2 de nuestra ruta y justo en el cruce con la carretera CM-2111, aproveché para visitar un centro de interpretación de la naturaleza del Alto Tajo más que decente. Orea, siendo un modesto pueblo, tiene mucha más entidad que los pueblos de la jornada anterior, y pude aprovechar para repostar fruta fresca y crema de sol, puesto todo hacía suponer que iba a seguir gastando de esta última en cantidades industriales.

Continué en dirección NO por la CM-2111, siempre en ligero descenso entre montañas extrañamente peladas, hasta alcanzar Checa. Al llegar a Checa, y una vez rellanada la mochila de hidratación, cambio de rumbo, tomando dirección S por la GU-982 para, apenas a los 500 m, coger un camino a la derecha. A partir de aquí comenzó la ascensión de la jornada, unos 5,5 km al 5,5% de pendiente media, aunque muy desigual (las primeras rampas, por ejemplo, son muy duras y luego hay tramos de falso llano). En la ascensión, por cierto, por fin me pude zambullir en un trozo de bosque que me vino genial para almorzar a la sombra. Una vez superada la única dificultad montañosa de la jornada, continué siempre en dirección a la ermita de Ribagorda durante unos 7 km ligeramente favorables. En el km 27, el descenso se hizo más pronunciado y, casi sin darme cuenta estaba ya en Peralejos de las Truchas.

Algún sitio cercano a la ermita de Ribagorda

Una vez en Peralejos, tomé la CM-2106 en dirección O para, un kilómetro más allá, encontrar mi destino: el Camping de la Serradora. En total, 36 kilómetros, 17 de los cuales por caminos y unos 500 metros de desnivel positivo.

Inmediaciones del camping


La llegada al camping a la hora de la comida me permitió dedicar la tarde entera a la lectura, el baño en las cristalinas aguas del Tajo, un pequeño repaso y limpieza de la burra y, en definitiva, relajarme y recuperar fuerzas.

Las aguas del Tajo a su paso por el Camping La Serradora


ETAPA 4. CAMPING LA SERRADORA - CAMPING LAS MAJADAS


Con dos fenomenales ascensiones, esta etapa también me resultó muy exigente. La pongo en un escalón algo menor a la segunda porque tiene 20 kms menos y se rueda, con la excepción de 7 kms, por asfalto; pero con los tres días previos de bici y los dos de dar con mi espalda en una fina esterilla a la hora de dormir, casi hacen equipararlas.

La primera gran ascensión aparecería apenas a los 2,7 kms de nuestra ruta, cuando abandoné la trazada del Tajo para iniciar, de nuevo en tierras conquenses, el puerto de Belvalle. El puerto consta de 7,1 kms, siendo los kms 1, y 3 y 4 los más fastidiados, con desniveles medios que no bajan del 8,5% y picos del 13, 14 y hasta 15%. Recuerdo, no obstante que, con la excepción del primer kilómetro y medio, no sé si por aquello de acometerlo al inicio de la jornada, lo superé relativamente cómodo. El puerto finaliza poco antes de la intersección con la CM-2106. Al llegar a ella, tomé dirección Tragacete. Después de un pequeño descenso y otra vez un suave y corto ascenso, la carretera se queda en un altiplano rozando la franja de los 1600 msnm, lo cual hacía que corriera una suave brisa y que el sol abrasador de otras jornadas fuera un poco más benevolente en esta ocasión. 

Adiós al Tajo. Cuenca nos recibe con el puerto de Belvalle

Coronando Belvalle. Ya aparecen las indicaciones al Río Cuervo

Justo en el km 20 de nuestra ruta, decidí abandonar un rato la carretera que, siendo tranquila, es algo más ancha de lo que me gusta y tomé un carril a mano izquierda con buen firme. Progresivamente, el carril se fue estrechando y convirtiendo en una senda, que por momentos se difuminaba por la pinocha, siempre, afortunadamente, sin grandes desniveles. Desemboqué en el Carril del Rilaga (de infausto recuerdo, jajaj) para, por él, retornar al pavimento.

A la sombra de los pinos, que decía la Del Monte

De vuelta a la carretera, decidí, en el km 32 de nuestra ruta, bajar a Vega del Codorno a comer algo caliente antes de la visita al Nacimiento del Río Cuervo. Allí, en el bonito pueblo de Vega del Codorno, encontré el bar-restaurante "El Rincón", que resultó ser un sitio de excelente comida casera a la vera del río y donde cometí el error de pedir lo más contundente que tenían -creo recordar que un potaje de primero y carne en salsa de segundo-, aparte del postre, ensalada y triple ración de cerveza.

Comiendo a la vera del Cuervo: lujazo inesperado

Como su propio nombre indica, Vega del Codorno está situado en una vega, unos 200 ms más profunda que el altiplano por el que discurre el CM-2106. Remontar esos 200 m con tripa llena y bajo un sol, ahora sí, cascando sin piedad en el cogote, se me hizo más duro de lo esperado; aunque, afortunadamente, apenas volver a ganar la carretera, se encuentra el fresco enclave del Nacimiento del Río Cuervo. Eso sí: siendo época estival y con esos calores, la estampa, como veréis, no tuvo nada que ver a la de la visita en el "Universal Mounts Tour"

Nacimiento del Río Cuervo

Volviendo a la ruta, tomé la carretera en dirección Tragacete para, enseguida, en el km 42,4 de nuestra ruta, tomar una pista forestal asfaltada en dirección a Las Majadas. Esta carreterita tiene el formato ideal para disfrutar del cicloturismo: enclave espectacular, buen firme y estrechita. Primero vinieron 4 kms de un suave descenso y, posteriormente, otros 6 todavía más pronunciados, para quedarnos a solo 1080 msnm, en el lecho del Río Escabas. Este río, afluente del Tajo, tiene su nacimiento no muy lejos de estas montañas y forma unas pozas de aguas transparentes que son una delicia. A punto estuve de bañarme en alguna de ellas y, si finalmente no lo hice, fue porque ya empezaba a acuciar la hora y no sabía exactamente a la ascensión que me enfrentaba. Esta vez acerté, porque desde la llegada al lecho del Escabas hasta coronar cerca de una zona conocida como "Las Peñuelas", distan casi 12 kms en un constante ascenso. Es cierto que el desnivel medio es bajo (el 3,5%), pero la maldita carne en salsa que me repetía y una inusitada fatiga hicieron que penara de lo lindo. Era frustrante ver como, a pesar de no parecer acometer grandes rampas, no era capaz de mantener el plato mediano. Así las cosas, y para animarme y combatir una soledad que sólo se había visto esporádicamente interrumpida por alguna conversación de cortesía con los vecinos de los campings o algún turista despistado aquí y allá, decidí imaginar y narrar en voz alta una etapa imposible de ciclismo épico en la que yo era al mismo tiempo organizador del recorrido, periodista y ciclista afamado que estaba pasando por un momento de apuro, pero que todo el mundo confiaba en que supiera sufrir y dosificar sus esfuerzos. Naturalmente, no faltó toda la retórica hiperbólica de estas gestas ("¡esfuerzo titánico, colosal!", "¡fíjense en el rictus de agotamiento!" "¡puede dejarse una minutada en estas montañas conquenses!", y ese tipo de cosas). Me descojono de cómo se me iba la pinza mientras escribo estas líneas, jajaj. Y así, poquito a poquito, sufriendo en cada pedalada, hablando solo y maldiciendo el atracón y mi condición física coroné, después de hora y media, en Las Peñuelas.

Zona de túneles en la pista forestal de bajada. ¡Qué feliz me las prometía!
Comienzo de la ascensión; en un primer momento, remontando el Río Escabas

A punto de coronar ya en un falso llano, cercano a Las Peñuelas

Desde Las Peñuelas hasta el camping Las Majadas, apenas hay tres kilómetros en los que basta con dejarse caer. Por fin en el camping, recuerdo que la hierba de la parcela estaba bastante seca y el terreno bastante duro; y, sin embargo, esa noche dormí como un bendito. Lo iba a necesitar, porque la última jornada tampoco sería precisamente un paseo.

ETAPA 5. CAMPING LAS MAJADAS - CUENCA


La quinta y última etapa constó de 82,5 kms -18 de ellos por caminos- y casi 1200 m positivos: una paliza interesante para finalizar que tuvo de todo: tramos preciosos, otros más aburridos y otros, incluso, no recomendables. Sabiendo lo que ahora sé, esta etapa la hubiera diseñado de otra manera, pero está claro que no siempre se puede acertar en el juego de pintar rutas sobre un mapa, por muchas herramientas de las que dispongamos en la actualidad.

El Camping Las Majadas, donde había pernoctado la noche anterior, está situado, si uno viene desde el N, 3 kms antes de la localidad con el mismo nombre. Como podréis imaginaros, con el destrozo físico que llevaba, después de montar la tienda de campaña ya en el ocaso, lo último que me apetecía era bajar al pueblo. La visita, por tanto, se postergó para esta jornada. Desde allí ya se pueden seguir las indicaciones a Los Callejones de las Majadas que, además, se encuentran en la dirección que necesitábamos seguir (dirección Uña) por una pista forestal asfaltada similar a que trajimos en la jornada anterior. Los Callejones de las Majadas son un conjunto geológico similar al de La Ciudad Encantada que, por lo que sea, a diferencia de éste no se explota comercialmente. Además de la belleza del lugar, esos yunques, monolitos o puentes pétreos imposibles, allí se rodaron varias escenas de Conan el Bárbaro, lo que lo convierte automáticamente en romería obligada de cualquier "jevata" que se precie, como servidor, jajaj. Ciertamente, este enclave era uno de los pocos irrenunciables de esta travesía. 

Desfiladero

Puente

Vista general sobre una de las piedras en forma de yunque

Totalmente flipado y con invocación a Crom -para que me diera fuerzas- incluida, pues, reemprendí el camino para, en apenas un km, encontrar otro camino a mi izquierda con la indicación "Mirador del Tío Cogote". Decidí cogerlo, dado que el mirador no parecía estar muy lejano y era consciente de que estaba en uno de los lugares más bellos de toda la travesía. El camino, de excelente firme, es un tramo del GR-66, y en poco más de km y medio llega a una cresta desde la que se domina un valle precioso. 

De vuelta al asfalto, primero atravesé una zona de toboganes y luego, a partir del km 15,7 de nuestra ruta, en un bosque joven y algo ralo (tenía pinta de estar todavía recuperándose de algún incendio), una ligera ascensión de 5 kms al 3,5% hasta alcanzar la Ceja de la Muela. A partir de ahí se abre otro valle precioso por donde discurre el Arroyo de Valduérguina. La carretera, primero en un descenso vertiginoso y luego más tendido, me condujo en un abrir y cerrar de ojos al Embalse de la Toba, ya en la CM-2105. 

A punto de coronar en la Ceja de la Muela
Siguiendo la CM-2105, 7 kms más después del Embalse de la Toba se encuentra la localidad de Uña y su preciosa laguna. Visitando la Laguna encontré cicloturistas por vez primera en toda la travesía, lo que viene a ratificar lo poco conocida que es esta zona. Recuerdo un grupito de ilerdenses, bien entrados en los sesenta, que, en sus bicis de trekking, me comentaron que estaban realizando una travesía entre Cuenca y Lérida: ese tipo de historias que te motivan y te ponen en tu sitio al mismo tiempo. Encantado de ver un pueblo con ambiente, decidí comer en uno de los restaurantes, estudiando un poco mejor que en la jornada anterior cual era el menú más adecuado.

La Laguna de Uña jalonada por el Monte Cerro Candalar

Reemprender el camino, no obstante, se me hizo duro. El sol volvía a irradiar de manera extrema y la carreterota, más ancha de lo que me gusta y en constante ascenso, no resultaba nada sugerente. Para colmo, la crema de sol que en su día comprara en Orea y que había empezado a utilizar ese día parecía no ser absorbida por la piel, y los chorretones, mezcla de sudor y crema, me estaban entrando en los ojos. Consecuentemente, comenzar la ascensión más importante del día, desde la localidad de Uña hasta el conocido como "Cerrillo de la Madera", a las puertas de la Ciudad Encantada, me dio muchísima pereza. Serían 7,8 kms al 3,5%. Afortunadamente, el último tercio de la ascensión se hace por la CM-2104, siguiendo las indicaciones de La Ciudad Encantada, y esa carretera ya tiene más encanto, cruzando un bosque impresionante.

Alcanzada la Ciudad Encantada, decliné, sin embargo, la visita. Lo fui decidiendo en la ascensión: en primer lugar, hubiera sido la cuarta vez en que paseaba por aquellos pedrolos; en segundo lugar, no hay nada mucho más espectacular que en Los Callejones de Las Majadas; y, en tercero, ¿qué queréis que os diga? prefería ahorrarme esa hora de pateo. 

Volvamos a lo ciclístico: una vez se supera el Cerrillo de la Madera, se transita por una zona de suaves tobaganes en un altiplano en la franja de los 1300 msnm. Luego, la carretera desciende buscando la población de Valdecabras. Por aquello de meterle un poco de camino a esta jornada, había diseñado, en el confort de mi casa, una alternativa a este descenso por carretera: a saber, coger, justo antes de empezar a bajar, un camino a la derecha. Ciertamente, en los mapas topográficos lo indican como el Camino del Campillo o el Camino de Cuenca, lo que siempre le da a uno cierta garantía de firme y desnivel aceptables. Y así fue en los primeros 3,5 kms. Después de este corto tramo, empero, el camino acomete un descenso muy pronunciado y peligroso que la acción de una retroescavadora sólo había empeorado (entiendo que el trabajo no estaba terminado), puesto que la tierra estaba muy removida y las piedras no habían sido retiradas. Naturalmente, no puedo deciros si ese camino sigue así o lo han mejorado, pero sí que cuando yo lo transité no es nada recomendable hacerlo con alforjas. Estoy seguro, además, de que en el caso de no haber ido tan justo de fuerzas, hubiera pegado media vuelta y le hubieran dado morcilla a mi "magnífico trazado pintado en el sofá de casa". Afortunadamente, apretando los dientes, con una incipiente llorera (mis problemas con la crema solar iban a más), colocando el culo todo lo atrás que podía y temiendo por la resistencia del portaequipajes y por un hostión más que posible, conseguí domeñar la burra hasta alcanzar el valle por el que discurría, tranquilo y ajeno a mis vicisitudes, el Júcar.

Tras estas peñas, el camino se precipita buscando el Júcar
El carril que discurre paralelo al Júcar es tranquilo, con tramos sombríos, y lo convierte, por tanto, en un paseo muy recomenable para todas las edades. Está claro que los/las conquenses han sabido sacarle partido a este patrimonio natural, y me sorprendió la cantidad de personas que aprovechan para pasear, correr o ciclar a su vera, y practicar piragüismo en sus aguas. Sin embargo, la claridad de las mismas poco tenía ya que ver con lo que había encontrado en el Río de la Hoz Seca, en Orea; el Tajo, en Peralejos de las Truchas; o el Escabas, en Las Majadas. El baño en el Júcar se limitó, por tanto, a una incursión hasta las rodillas y una lavada de cara que esperaba que me aliviara los ojos, en lo que ya no sabía si era una reacción alérgica a la crema solar o qué leches.

Paseo final junto al Júcar

Finalmente, en torno a las 20 horas llegaba a Cuenca, llorando a moco tendido -y no precisamente de emoción, con un "moreno-bicicleta" espeluznante y bastante agotado después de cinco días en este maravilloso y poco conocido enclave del Sistema Ibérico donde nacen los ríos. Agotado y feliz, porque así funciona esto de la bicicleta.